Vibraciones bajo los pies
Ayer tuve el placer de asistir a la función Cinco horas con Mario, que se representa en el teatro Real Cinema de Madrid. Tengo 23 años y mis padres, antes de que yo naciera, ya habían visto esta misma obra, en Santander, con la misma espléndida actriz. Acudí pues, si se puede decir, sobre seguro, y dispuesta a disfrutar de la función. Sin embargo, desde que tomamos asiento en la butaca, nuestros pies comenzaron a sentir pequeñas vibraciones, fruto de una música que retumbaba, proveniente de un local cercano. Con el silencio del comienzo de la obra se hicieron perceptibles unos golpes que pertenecían a una canción cuya melodía no distinguíamos, llegando pues la "marcha" del local cercano, ya no sólo a través de la vibración del suelo. Ante esto me hice tres preguntas. Primero, por qué si pago 21 euros (por ser Día del Espectador) no tengo el derecho a poder al menos disfrutar de la obra en silencio y calma. Segundo, en qué tipo de ciudad vivimos que permite este atropello a una de sus actividades culturales más importantes. Y, en tercer lugar, qué pensaría Lola Herrera al temblarle los pies en el escenario y retumbarle en los oídos la "música" de fondo, mientras intentaba contarnos el velatorio a Mario... No sé qué pensaría ella, lo que sí sé es que, como la gran actriz que es, consiguió, que como mis padres hace más de 23 años, yo saliese emocionada del teatro.
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