Comercio y solidaridad
Indignación, dolor, engaño, mezquindad, impotencia, estupidez, tongo, insulto, desilusión... Me siento engañada y saboteada.
Bajo el lema de Corazón solidario se nos invitaba este miércoles 3 de diciembre a todos los voluntarios de la Comunidad de Madrid a un concierto.
Hasta ahí, todo bien. E incluso sorprendidos ante este regalo del Gobierno, del que ya no me queda más que vergüenza ajena y repulsión, por tan inesperado detalle.
Acudíamos miles de personas agraciadas por nuestra labor solidaria, humana, desinteresada y nos encontramos con un concierto que empieza hora y media tarde, en el que aparece Ana Botella, más criticada que bienvenida y se sienta en primera fila (como siempre dando ejemplo de humildad y solidaridad).
Y una vez empezado el concierto, vemos que tiene demasiadas pausas entre canción y canción, que hay unos presentadores vestidos demasiado repollo, que no se dirigen a nosotros sino a unas cámaras de televisión, que la música se escucha espantosamente... y nos vamos dando cuenta de que no somos los invitados de honor del concierto, como se estaba vendiendo, sino que estamos inmersos en un show televisivo tipo campaña electoral del que no nos habían avisado, que no es un concierto, sino un programa de televisión en el que se lava la mente a la gente con la cara de Ana Botella y en el que se nos ha utilizado como público para dar una fachada falsa a un partido y a un Gobierno que no entiende nada de lo que va el voluntariado.
Me siento utilizada, ultrajada y con la triste sensación de engaño constante a todo lo que en principio suena humano.
Siento que se han aprovechado tremendamente de un público que da su tiempo y sus ganas de cambiar un mundo en el que cada día reina más la hipocresía y el cinismo.
Creo que no hay derecho a que no salgan en los medios de comunicación el día que televisen el show solidario los gritos de "fuera, fuera, señora Botella" o "no a la guerra" o "nos han engañado" o "tongo, tongo". Ahí, los menos protagonistas fueron los voluntarios, como siempre, y ante los medios de incomunicación reinaron los tiranos con fachadas de buena gente a costa de un público engañado.
Cuando decidí que mi orgullo y mi identidad no se la vendo a nadie, y que todo esto va antes que mi gusto por la música, decidí marcharme y no seguir siendo un instrumento para ensalzar la imagen falsa de otros. Pero cuando buscaba una página de reclamaciones por todo el estadio me paré a pensar que en este sistema no se puede reclamar nada más que dinero y como el concierto había sido gratuito en euros, reclamar tu dignidad parece ser que no está contemplado en ninguna parte, como tampoco el derecho a no comercializar lo humano.
Después de años rodeándome de chavales de la calle, familias desestructuradas, inmigrantes, fracasos escolares y estar un año en Bolivia como voluntaria sin cobrar un céntimo, me parece un insulto la presentación de este concierto que acabó siendo una gala de desvirtualización de lo solidario.
Menos pestilencias, más humildad, menos armamento, más subvenciones reales y menos edificios bonitos para la señora Botella, que ya da vergüenza.
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