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RADIOGRAFÍA DE LAS CARRETERAS DE ACCESO A LA CAPITAL

La N-III es la autovía más rápida de entrada a Madrid

El paso por los barrios del sureste de la capital supone el mayor retraso en el trayecto

La N-III, o carretera de Valencia, es un clásico de los atascos estivales. Miles de vehículos se agolpan en verano o en los puentes festivos para salir de Madrid en busca del sol mediterráneo. Pero la situación cambia radicalmente si se trata de entrar a la capital en un día laborable. La N-III es, con diferencia, la vía más rápida de las seis de acceso a la capital. En algo menos de 20 minutos, el equipo de redactores de EL PAÍS cubrió el pasado miércoles los 23 kilómetros del trayecto Arganda del Rey-Madrid.

Los puntos más problemáticos se ubican a la altura del barrio de Santa Eugenia, entre los kilómetros 7 y 10, y en la entrada al centro de la capital, en el semáforo de la plaza de Conde de Casal. Existen otros factores, además de la aglomeración de tráfico, que retrasan el viaje. Uno de ellos es el mal estado de la carretera, que propicia la aparición de barro y lodos cuando llueve, sobre todo en las zonas que están en obras. El otro es el alto porcentaje de tráfico pesado que soporta esta vía -un 20% del total de los vehículos-, con destino al vertedero de Valdemingómez y al polígono industrial de La Poveda, en Arganda del Rey.

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Pese a todo, la velocidad media en la hora punta, según los datos de la DGT, se mantiene siempre por encima de los 65 kilómetros por hora.Rivas-Vaciamadrid (35.500 habitantes) y Arganda del Rey (34.000) son las dos mayores poblaciones que cruza la N-III a su paso por la región. Francisco Fernández y Guillermo Hita, vecinos de Arganda, encuentran las principales dificultades de su trayecto en coche a la hora de incorporarse a la carretera y en la misma capital.

Fernández, además, apunta otro problema recurrente: "Las peligrosísimas curvas". Una de ellas, situada en el kilómetro 15, poco antes del futuro enlace con la M-50, origina retenciones con frecuencia.

Sin embargo, el mayor parón se produce ya en los barrios del sureste de la capital, en concreto en el de Santa Eugenia. Allí, a las 8.00 del miércoles, 6.450 automóviles circulan a una velocidad de poco más de 30 kilómetros por hora, en el mayor embotellamiento del día. El mal trago sólo dura un instante. Una vez más, los coches aceleran hasta la plaza de Conde de Casal, donde un nuevo parón anuncia la entrada en el centro de la ciudad.

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Tan fluido como en vehículo particular es el desplazamiento en transporte público. La carretera de Valencia es la única que no tiene una línea ferroviaria de Cercanías, pero lo suple con la extensión de la línea 9 de metro. Los trenes de este servicio permiten al usuario mayor rapidez -se tardan 12 minutos desde Arganda del Rey hasta Vicálvaro- que en coche y un desahogo impropio de un transporte público en hora punta. Casi 21.000 personas toman el metro en alguna de las cuatro estaciones del TFM (Transporte Ferroviario Madrileño), que es el nombre que recibe esta extensión del suburbano.

Y si en metro no hay demasiadas apreturas, aún menos en el autobús que enlaza Arganda con la estación de la plaza de Conde de Casal. Un total de cuatro líneas cubren diariamente este trayecto de 26 kilómetros en un tiempo de 40 minutos. 5.600 personas optan por el autobús, como un estudiante que confiesa que "el viaje es más relajado, se encuentra sitio para sentarse y apenas hay atascos".

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