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Análisis:FÚTBOL | Decimocuarta jornada de Liga: semana de clásicos
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El tío Jesús no lo vería

Milagrosamente recuperadas las etéreas estrellonas blancas de esas terribles lesiones que les impidieron sufrir en vivo el tradicional encierro-baño-y-masaje pamplonés, aquí está ya el Atleti para lo que gusten.

¿5-0 con hat-trick de Raúl y dos de Beckham-Marie Claire? Bienvenido sea: ésa no es nuestra guerra. ¿Empatito en el último segundo como el curso pasado? Miel sobre hojuelas. ¿1-0 de penalti injusto? Casi mejor: otro agravio para la larga lista de gurucetazos. ¿0-1 con golito de Nikolaidis? ¡A Neptuno!

O sea que, pase lo que pase hoy, los indios sufriremos tranquilos lo que venga: tenemos los genes afeitados por un siglo de victorias imposibles y derrotas increíbles en la Castellana y sabemos que para ganar hay que meter tres y parar dos penaltis. Por eso lo mejor de los Madrí-Atleti siempre son los prolegómenos: esa cara de canguelo y concentración con que nos reciben la parroquia, el equipo y el vecino que nunca saluda en el ascensor. No nos odian como al Barça, pero nos temen más: saben que en ese campo no nos arrugamos nunca. Ese temor de clase, el recelo al descamisado, es el goce de la visita anual (o casi) a La Cuadra.

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Partidazo a la vista

Tanto es así que casi estoy por irme al cine, que es lo que solía hacer mi sufriente, difunto y bendito tío Jesús, personaje de leyenda que se hizo famoso en los años 50, cuando saltó al césped para sacar en hombros a Ben Barek y le trincó la policía. Luego, en los 70, se presentó en mi primera comunión con un carné infantil del Atleti, recordatorio conmovedor y envenenado porque desde ese día nos vimos abocados a sufrir y gozar juntos. Empezamos por la etapa Pradito: íbamos al Calderón por la mañana si jugaba el Madrileñín para ver a aquel genio bajito que tiraba las faltas como Pantic. Luego, seguimos por la depresiva oferta D+D (desplazamiento más derrota): fuimos a perder a Gijón en el galdosiano autocar de la peña Chamberí; a Lyón, a palmar en la Recopa con la Rubén Cano...

Los diálogos oídos en esos autobuses (con sus noches, eternas) darían para una novela gótica, pero fue en Donosti donde mi tío Jesús tuvo el gran rapto de lucidez que ya no le abandonaría. Al ver por la ventana que empezaba a caer el sirimiri, declaró: "Llueve mucho, yo no voy a al campo". Y se fue al hotel. Yo vendí la entrada y él ya no volvió al fútbol. Su ausencia es más dura en días como hoy, que presagian derrota, y aún me parece estar oyéndole decir: "Es mejor oírlo por la radio. Se sufre más". Pero... ¿Y si gana el Atleti?

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