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Columna
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Mahmudiya y la espada

Afirma el ahora decrépito Pinochet que él no fue la cabeza, la mano y el fusil de una dictadura. Vamos, que él sólo fue la mano providencial, patriótica y angélica que Dios envió a Chile para corregir los excesos de comunistas y marxistas. Esas son más o menos las palabras. Unas palabras que ignoran la realidad que el dictador protagonizó hace treinta años y que aquí nos llegó en imágenes de aviones que bombardeaban la residencia del presidente constitucional del país hermano, en imágenes de presos políticos hacinados en una campo de fútbol, y en imágenes de la violación de todos los derechos humanos habidos y por haber. Nada de eso existió para el entonces recio y marcial Pinochet. Quizás pretende el viejo ex dictador negar lo evidente para crispar a sus detractores y que quienes no son sus detractores miren hacia otro lado. O repetir una falsedad tantas cuantas veces sea necesario hasta que consiga una mayor o menor aceptación social: la manida y perversa táctica de quienes en Europa llevaron a los hebreos a los campos de concentración. Sin embargo, la realidad es una, aunque pueda tener interpretaciones diferentes.

La realidad ahora mismo se llama Mahmudiya y nos llega en imágenes de conciudadanos hispanos, asesinados en Irak y pisoteados por el odio y la barbarie. Hay que tener un témpano en el lugar que ocupan en nuestra existencia los sentimientos para no ser solidarios con la víctimas o con el dolor originado en su entorno familiar. Un dolor y una solidaridad que, en la aldea global y sin fronteras, se hace extensible tanto a las víctimas del terrorismo irracional y suicida que ataca los alrededores de una sinagoga, como a las niñas que murieron porque unos soldados confundieron al atardecer la leña que recogían con agresivas armas de fuego.

Pero la doliente realidad de Mahmudiya nos remite también en este rincón mediterráneo -donde el terrorismo salpica de víctimas de igual manera el Bósforo, Italia o Quart de Poblet-, nos remite, digo, a las masivas manifestaciones de hace apenas unos diez meses. La que recorrió la capital de La Plana tuvo un relieve especial, porque por estos pagos la ciudadanía no es demasiado propensa a salir a la calle por motivos que no sean los estrictamente festivos. Fue una de las manifestaciones más concurridas de las que se tienen noticia, y concurrieron vecinos de todas las ideologías. Y allí no hubo gritos antiamericanos ni voces que apoyaran al sanguinario dictadorcete de turno que, como Pinochet, reinaba despóticamente en Mesopotamia. A lo mejor la mayoría de aquellos manifestantes desconocían que en 1958 el golpista y dictador Kassem derrocó y asesinó al monarca pro-británico de Irak, o que en 1963 acaba el dictador Kassem en el patíbulo y una sublevación militar coloca en su lugar al dictador Aref, y así sucesivamente hasta Sadam Hussein. Desconocían que por esa época ya hubo una sublevación y aplastamiento de los kurdos, y ya reivindicaba el mandamás de turno en Irak el emirato de Kuwait, o el petróleo del emirato, que tanto da. Lo que aquellos manifestantes sabían con certeza y susurraban sin voces porque estaban contra la guerra que llega hasta Mahmudiya, lo había dejado escrito el estoico Séneca hace un montón de siglos: "Las armas no tienen moderación; no es fácil aplacar ni contener la cólera de una espada, una vez desenvainada".

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