Senado: 25 años buscando su identidad
ARTÍCULO 69 DE LA CONSTITUCIÓN: "El Senado es la Cámara de representación territorial". En efecto, todas las provincias españolas tienen representantes en el Senado; pero los conflictos, los problemas, las inquietudes de la España autonómica no se dirimen en el Senado. Ni ahora ni nunca. Tampoco goza la Cámara Alta de las mismas competencias legislativas que el Congreso, aunque sí las tenía en el anteproyecto de los padres constituyentes. Pero las dos fuerzas principales de la Transición, y más concretamente el vicepresidente del Gobierno, Fernando Abril Martorell, y el vicesecretario general del PSOE, Alfonso Guerra, se pusieron rápidamente de acuerdo, aunque por motivos diferentes, en cercenar los poderes del Senado. A los hombres y mujeres del entonces presidente, Adolfo Suárez, les entró pánico al vislumbrar la hipótesis, al parecer cierta, de que sus compañeros del Senado tumbaran las reformas que con tanto esfuerzo aprobaban en el Congreso y que iban desguazando el régimen. Se decidió que la última palabra del proceso legislativo la tendría el Congreso. Allí estaban los reformistas, cuentan quienes vivieron la Transición.
La otra función del Senado ha fracasado estrepitosamente. En el palacio de la plaza de la Marina Española, de Madrid, no se debate sobre la España autonómica. Hay coincidencia en los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, expresada por un padre de la Constitución, el diputado popular Gabriel Cisneros, y por el portavoz parlamentario socialista de la Cámara Alta, Juan José Laborda, en que el Senado no ha encontrado su lugar. En todo se ha quedado a medias. El PSOE no la convirtió en Cámara territorial cuando pudo. En su propia defensa afirma que no se sentía esa necesidad, y, además, el ex presidente socialista, Felipe González, puso en marcha el debate anual de las autonomías que sólo tuvo continuidad en una ocasión con el Gobierno de José María Aznar en 1997. Ya nunca más ha habido debates de esa naturaleza, donde los presidentes autonómicos expresaron en alto ante el presidente del Gobierno de España sus preocupaciones y sus demandas para el mejor funcionamiento del Estado autonómico. En los últimos años, los socialistas demandan con ahínco la función del Senado como foro de debate y diálogo de todas las Españas. Todos los partidos aventuran que, tras las elecciones de marzo de 2004, la reforma del Senado será insoslayable. Los socialistas, y en su nombre Laborda, quieren que la conversión en Cámara territorial se produzca por un cambio constitucional. Cisneros estima suficiente una modificación del Reglamento. Pero algo hay que cambiar, concluyen, para que el Senado deje de ser "la pieza débil" del engranaje constitucional. El presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, utiliza deliberadamente cierta desmesura para convencer de la necesidad de la reforma, y glosa las circunstancias en que los presidentes han tenido oportunidad, en los últimos años, de charlar entre sí, y con el presidente del Gobierno: Las bodas de las Infantas y las cenas oficiales de los Reyes.
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