La Copa del fin de Zaplana
Y usted, ¿qué?, ¿ya se ha liado la manta a la cabeza por comercios de prendas náuticas, ya anda palpando cuerpo de trinquetes, mayores y cangrejas, y guipando instrumentos de marear? Pues apresúrese que el cambio de calendario está al caer, lo anunciará muy a su pesar el vocero Serafín Castellano, y a usted le gustará incorporarse al I año después de la Copa del América, que entrar en la posmodernidad a todo trapo, hace historia y tiene su toque de aventura. No se quede usted en las afueras, donde se corroe la chatarra de aquel melindrero y ya fósil poder valenciano, que se resolvió finalmente en lamento melódico y parques temáticos empeñados hasta los venerables mitos. Pues ya ve. La semana transcurría bostezante, cuando Valencia se aupó a las primeras páginas de las noticias de rango, y a los informativos radiados y a los telediarios de mayor audiencia: Valencia se había llevado a las aguas de su Mediterráneo, siglo y medio, de velas y regatas de leyenda, en competición con otras muy nombradas ciudades europeas. Todo está en los periódicos, y en el abrazo del Camps y de la Rita, tan gráfico, tan emotivo, tan cómplice, tan espontáneo y revelador. El cronista no se anda remiso a la hora de impartir parabienes, a ambos, a concejales y consejeros, y muy particularmente a la ciudadanía, que, en buena parte, sin enterarse mucho de qué va la cosa, es la que les expide las actas del cargo a base de votos, y les costea la nómina a base de curro y tajo. El cronista que observa la realidad percibe como la realidad cumple y coloca a cada quien donde le corresponde: a los protagonistas o a sus representantes en la cámara y en la pantalla; a los agonistas, en una voz envasada al vacío, como del más allá, como de Madrid, por lo menos, y de otra era: antes de la Copa del América. A Zaplana que iba por su senda de cabras de Damasco, una briosa goleta lo ha arrojado a su ministerio y a su portavocía, para que ministre fábulas electorales de pensiones de viudedad, y cuente por lo recto y al dedillo cómo nos zarandean a extramuros de la patria. Para los escolares de hoy, Zaplana será, dentro de nada, una criatura del paleocemento superior. Hay que reconocer que el destino y la terquedad de los hechos se la han jugado.
Los trajines y los días que aguardan al Cap i Casal y a todo el solar autonómico es de vértigo. El 2007 está siendo cartografiado eufórica y minuciosamente, por muchos intereses. Puerto, aeropuerto, vías de comunicación, urbanismo, puestos de trabajo, infraestructuras turísticas, Ley de Mecenazgo, ante tan especial evento. Y barricadas. Álvarez Cascos ya ha advertido que no garantiza que para entonces el AVE Madrid- Valencia esté en condiciones, ¿y cómo iba a estarlo, después de lo que se está viendo en otros proyectos de alta velocidad? Y el PSPV, a la yugular. Que inste, que inste a Camps, que Camps no quiere oir hablar de plazos, y Joan Ignasi Pla, muy en su papel, le exige que le plante cara a Madrid, que es tanto como exigirle que ponga la otra mejilla. Aunque Camps y su Consell tienen ahora una entidad y una consistencia, que no tenían mediada la semana. Que les aproveche. Habrá beneficios, paro la parte del león será para el león. Por más que lastren veleros y las tenebrosidades del inmediato pasado.
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