Desafío al sueño
Un equipo de la Universidad de Granada tiene a 30 estudiantes sin dormir durante 60 horas para ver sus reacciones
Cuando uno escucha la experiencia de Ana García, inevitablemente comienza a bostezar. García, doctoranda en Psicología de la Universidad de Granada, estuvo 60 horas seguidas sin dormir por amor a la ciencia. Fue en un estudio de su director de tesis, Gualberto Buela, del departamento de personalidad de la facultad. Como García, otros 29 estudiantes participaron en el ensayo, destinado a ver si la estimación mental del tiempo varía con la falta de sueño.
Quedó demostrado que ocurría así (conforme dormimos menos, parece que el tiempo va más despacio) y Buela acaba de publicar los resultados junto a otros tres investigadores en la prestigiosa revista Human Factors. El experimento se realizó hace cuatro años. Los 29 masoquistas salieron vivos de la experiencia, no se preocupen.
García explica que se tomó la prueba como un reto. Buela pidió voluntarios en clase y, en contra de lo que esperaba, hubo avalancha de candidatos. "Queríamos participar en un experimento de verdad", recuerda García. El experimento se realizó en grupos de ocho. A las 09.00 de un día cualquiera, los primeros incautos llegaron a la facultad. Tenían una pequeña sala con televisión y juegos de mesa. Podían moverse por todo el edificio, pero no hacer deporte. "La cosa al principio fue bien, muchas risas, mucha emoción", relata García. Y así siguió hasta el día siguiente. "La primera noche lo llevamos más o menos bien". Ésa es una de las conclusiones del estudio, que todo el mundo puede soportar una noche sin dormir sin variar demasiado su capacidad para calcular el tiempo y la capacidad de reacción.
Cada dos horas, los participantes tenían que calcular el tiempo en periodos de diez segundos. Frente a un ordenador pulsaban una tecla cuando creían que había pasado ese tiempo. Además, se les tomaba la temperatura corporal, la conducción de la piel y se les sometía a un cuestionario para ver el grado de somnolencia.
Los investigadores descubrieron que con el paso de las horas, los sujetos creen que el tiempo avanza más lentamente. Buela explica que el descubrimiento puede tener aplicaciones en la conducción o en trabajos donde se está mucho tiempo sin dormir. Al creer que el tiempo va más lento se pude calcular mal, por ejemplo, cuando se va a adelantar en carretera.
El fenómeno iba en aumento con el paso del tiempo. El máximo se alcanzó la segunda noche, cuando peor lo pasaban las cobayas humanas. "Fue muy duro, no podías ver la tele, porque te quedabas dormido. Lo pasamos muy mal". Si alguno hacía un amago de dormirse, un investigador lo evitaba. en una de esas un estudiante casi agrede a una profesora. La irritabilidad, vaya cosa, aumenta con la falta de sueño.
Desde ahí, la cosa sólo podía empeorar, como relata García: "La gente empezó a tener ilusiones ópticas. Uno contaba que en la pantalla del ordenador veía una casa que se movía [en realidad había una letra A grande]; otro sentía que el monitor del ordenador se alejaba de él, otro, que el teclado era muy blando..". García no las tuvo. Sólo por la mañana del tercer día, tras más de 48 horas sin dormir y con las ojeras por los pies, sintió algo parecido a la ingravidez. "Caminaba entre la gente por la facultad como flotando, era una sensación muy placentera". A las 21.00 sus padres fueron a recogerla y se terminó la placentera sensación. Comenzó otra mejor: dormir. Buenas noches.
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