La imagen de unidad del PP se agrieta en Valencia y Madrid
Zaplana y Camps aprovecharán hoy un acto público para escenificar la cohesión entre ellos
La frase más repetida siempre en el PP es que "es un partido cohesionado y unido". Ésa es de obligado cumplimiento. Pero esa regla de unidad ha tenido en el último mes tres excepciones públicas y visibles con dos localizaciones geográficas muy relevantes: Madrid y Valencia. La primera, a cuenta de la subida de impuestos en el Ayuntamiento de Madrid, quedó oficialmente solventada cuando el alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, anunció que renunciaba a subir el IBI (impuesto de bienes inmuebles) de los pisos vacíos. Era una subida teórica, no se podía poner en práctica este año, pero el líder del PP, Mariano Rajoy, quedó muy satisfecho con esa rectificación del alcalde.
La segunda y la tercera se han producido esta semana y, oficialmente, también están superadas. La segunda ocurrió en Valencia, donde el PP ha revalidado la mayoría absoluta con un nuevo cabeza de cartel, Francisco Camps, presidente de la Generalitat. Valencia es uno de los graneros de voto para las elecciones del próximo marzo: ahora son del PP 19 de los 32 diputados de esa comunidad en el Congreso de los Diputados.
Aguirre compara su choque con Gallardón con los de "hermanos en una familia"
Pero en Valencia existe una compleja bicefalia, pues el líder y presidente del partido sigue siendo el anterior presidente de la Generalitat, el ministro de Trabajo y portavoz del Gobierno, Eduardo Zaplana. Y los partidarios de Zaplana y los de Camps mantienen una lucha que sólo a veces es soterrada y que tiene como telón de fondo varios elementos: la posibilidad de que Zaplana deje de ser el presidente del partido tras las generales, la confección de las listas para esas elecciones y el puro reparto del poder que se ha visualizado, por ejemplo, en la designación de cargos en Bancaixa.
Esta semana, la escenificación de la división en Valencia ha sido el resultado de un cruce de descalificaciones entre sus principales cargos institucionales. Llueve sobre mojado, pues a finales de julio un diputado autonómico afín a Zaplana llegó a pedir la dimisión de un consejero de Camps. Aquello quedó en nada. Pero los reproches entre los partidarios de Zaplana y los de Camps han alcanzado esta semana tal intensidad que ambos tienen previsto hoy, con motivo de una conferencia del ministro en Valencia, escenificar una imagen de unidad. Estarán arropados por decenas de cargos públicos para evitar que la brecha se pueda traducir en un deterioro electoral en marzo. Un deterioro que puede agravar, además, el previsto por el PP en sus escenarios electorales pues, por ejemplo, el último escaño que lograron en Alicante en 2000 se consiguió por un resto mínimo de votos.
"Mi posición es no apostar por la bicefalia dentro del partido, ya que puede producir alguna inconcreción e incorrección política", asegura el presidente provincial del PP de Castellón, Carlos Fabra, quien considera que el modelo sucesorio de José María Aznar -todo el partido para Rajoy- es el ejemplo a seguir. Su parecer no es compartido por los otros dos presidentes provinciales. El alicantino Julio de España ratifica que Eduardo Zaplana "cuenta con el respaldo del PP" en su provincia. En Alicante se esgrime el ejemplo de Madrid, donde el presidente de la Comunidad no es el líder del partido. En Madrid, el presidente del PP es Pío García Escudero, ahora teniente de alcalde con Ruiz-Gallardón. "Hace falta un líder en el partido, no un presidente [de la Generalitat], porque más de un político valenciano está preparado para ser presidente, pero líder sólo puede ser uno, y ése es Zaplana", enfatiza el sucesor del ministro en la alcaldía de Benidorm, Vicente Pérez Devesa.
Con el PP de Castellón volcado en que Camps una el poder institucional y el orgánico, por un lado, y el PP de Alicante empeñado mayoritariamente en que Zaplana siga decidiendo el destino del partido a nivel regional, la batalla se centra en la provincia de Valencia. El presidente provincial y portavoz en las Cortes valencianas, Serafín Castellano, que fue aupado al cargo por Zaplana sin pasar por el correspondiente congreso, intenta controlar la organización. Pero dirigentes con el peso de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, por ejemplo, muestran su apoyo explícito a Camps.
La crisis interna, que divide al grupo parlamentario -mayoritariamente zaplanista- y al Consell -controlado por Camps-, ha llevado a uno y a otro sector a reunirse con alcaldes y concejales para recabar apoyos. Pero todo eso quedará hoy previsiblemente de lado para escenificar la unidad.
Y el tercer borrón en esa cohesión del PP se ha producido otra vez en Madrid, con un visible encontronazo entre el alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, y la nueva presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, en la toma de posesión de ésta y, al día siguiente, de su equipo. La llamada al orden que Rajoy hizo a la presidenta y al alcalde el sábado no está exenta de ironía. Dijo estar convencido de que "todos harán el mayor esfuerzo de que sean capaces, como se hizo en su día por parte del anterior alcalde y el anterior presidente de la comunidad, para que las cosas salgan lo mejor posible".
Aguirre recogió ayer ese guante al recordar que han sido "numerosísimas" las ocasiones en las que "los inquilinos de la Puerta del Sol y los de la Plaza de la Villa han sido objeto de desencuentro", y puso como ejemplo la cohabitación de Enrique Tierno Galván con Joaquín Leguina y la de José María Álvarez del Manzano con Alberto Ruiz-Gallardón. Esta última fue la que Rajoy les pidió que imitaran, pues sus discrepancias fueron siempre subterráneas.
Aguirre ofreció también el mejor resumen de la naturaleza de la disputa. "En mí no encontrarán jamás ningún motivo de desencuentro personal con Alberto. Otra cosa es que tengamos diferencias políticas, como tienen los hermanos en una familia". Y es que ésa es la clave de todo: diferencias políticas entre hermanos de una misma familia.
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