Imágenes del islam
La trágica aventura emprendida por Bush en Irak relegó a segundo plano el debate en torno a la eventual conexión entre islam y terrorismo. En la catarata de tinta que siguió al 11-S no faltaron los relatos de ocasión, pegados a la noticia y en alguna ocasión disparatados, pero por lo menos la opinión pública se preocupó de entender mejor, tanto qué era el islam real como cuáles fueron las responsabilidades de la política norteamericana, y los analistas respondieron a la demanda. Ahora, con el protagonismo de la crisis iraquí, al menos en España ese interés se ha atenuado, lo cual no impide el goteo de libros, rigurosos o polémicos, mientras en medios musulmanes, incluso en Europa, la dimensión más agresiva del islamismo hace furor.
El foso se ha ahondado y en las librerías próximas a las mezquitas de Londres se multiplican las reediciones de clásicos del integrismo, los folletos que insisten sobre la exigencia del rigor en el vestido y las normas islámicas para la mujer y las justificaciones de una yihad nada espiritualista. Claro que en la vertiente opuesta también el tono ha subido, con la publicación de obras polémicas, estrechamente ligadas a la lógica imperial. Tal es el caso de Militant Islam Reaches America (el islam militante llega a América), del conocido crítico Daniel Pipes, autor en su día de El caso Rushdie, cuya edición revisada pos-Sadam nos llega desde Nueva York, y Por qué no soy musulmán, escrito en 1995 y ahora traducido. Curiosamente, el autor, se oculta bajo seudónimo, Ibn Warraq. Son libros de combate, tendentes a mostrar tanto la intensidad del peligro terrorista como la carga de violencia que acompaña a la doctrina desde sus textos sagrados. En ambos, el islam queda reducido a un museo de horrores, olvidando de paso que la violencia anida también en un pensamiento hebraico en tantos aspectos precursor del peor integrismo.
Más valen en este caso los
fríos análisis del cingalés Gunaratna sobre Al Qaeda, especialmente útiles en lo que concierne a la ideología de Bin Laden y a la estructura de su organización, y sobre todo el de Walter Laqueur, titulado aquí La guerra sin fin, donde el enlace entre islam y terrorismo recibe un extenso tratamiento. El libro de Gunaratna ha sido traducido, y no siempre bien, con un pequeño retraso, lo cual sirve para constatar el acierto en sus diagnósticos. En cuanto al ensayo de Laqueur, de mayor alcance, tiene la virtud de dibujar un panorama de conjunto en que la yihad de Bin Laden es comparada con otros movimientos, como los Tigres Tamiles, precisamente en Sri Lanka, integrando asimismo el análisis de la estrategia seguida por la CIA y la actitud de los intelectuales en torno al 11-S. "Una sociedad civilizada, aconseja a modo de conclusión respecto del terrorismo, debe alejarse del relativismo moral".
Uno de los intelectuales estudiados por Laqueur es John L. Esposito, autor de una bibliografía sobre el islam y militante en el sentido de propiciar la mutua comprensión entre las religiones. Ahora Esposito ha editado con François Burgat un libro colectivo, Modernizing Islam (la modernización en el islam), cuyo denominador común es la presentación del islamismo como fenómeno complejo, no estrictamente vinculado a posiciones integristas o arcaizantes. "El reto consistirá", escribe Esposito, "en articular procesos de reislamización que efectivamente respondan a las exigencias de la vida contemporánea, demostrando la medida en que el islam resulta compatible con la vida y la sociedad modernas, y que proyecta una visión pluralista que no sea vista como amenaza por otros sectores de la sociedad". Al margen de lo discutible de la bienintencionada propuesta, el libro contiene trabajos valiosos sobre las minorías musulmanas en Europa, así como en torno a Egipto y a Marruecos.
La sombra del presente resulta inevitable, tanto a la hora de propiciar reediciones, caso de los trabajos revisionistas de Patricia Crone (El Califa de Dios y Esclavos sobre caballos), en vísperas de que aparezca su libro sobre el pensamiento político en el islam medieval. Esa incidencia puede ser apreciada incluso en el enfoque de un libro estrictamente histórico, como es Les Sarrasins (los sarracenos), de John Tolan, y eso incrementa paradójicamente su interés. Tolan centra su análisis en la reconstrucción de las sucesivas imágenes que van forjándose del mundo musulmán entre los siglos VIII y XIII, con especial atención hacia la Península, de Alfonso X a Ramón Llull. Podemos seguir en sus páginas cómo la posición del cristiano respecto del poder musulmán y la evolución en las doctrinas condicionan la imagen del otro, llamada de atención frente a la visión enteriza de los seguidores de Said.
Por último, tanto la concesión del Nobel de la Paz a Shirin Ebadi como la proximidad del 25 aniversario de la revolución islámica obligan a destacar la importancia del estudio de Azadeh Kian-Thiébaut sobre la situación desfavorable y la consiguiente movilización social y política de las mujeres en el Irán de los ayatolás. Un antídoto saludable contra la visión dulce que difundiera sobre el tema Fariba Adelkhah en Ser moderno en Irán, con el aderezo de citas de legitimación tomadas de Foucault y Habermas.
En el libro de Azadeh Kian-Thiébaut se recoge un relato autobiográfico de la nobel Shirin Ebadi, con su participación entusiasta en una revolución islámica que inmediatamente la expulsaría de su plaza de juez, dando inicio a una intensa actividad de defensa de los derechos humanos y de la posición de la mujer. "Estaba convencida", resume, "de que debía realizar otra actividad para probar mi identidad como mujer". Frente a la imagen de "¡la revolución bajo el velo! de Fariba Adelkhah, un Irán real "bajo el velo de las apariencias" sugerido por Azadeh Kian-Thiébaut y que ofrecen el título y el contenido de un excelente documental sobre el Irán actual de Thierry Michel, por desgracia inédito entre nosotros.
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