Autorretratos imaginarios
El portugués Jorge Molder (1947) convierte su propia imagen en protagonista de su obra a través de series de fotografías de gran formato en las que, a través de juegos de luces y sombras, construye una poderosa escenografía que provoca la curiosidad del espectador. Las imágenes son captadas con cámaras Polaroid, y posteriormente reciben un tratamiento que consigue acrecentar la sensación de teatralidad de las fotografías. Molder juega con la paradoja de utilizar una disciplina que en teoría refleja la realidad para crear un mundo imaginario, que sólo puede existir si el público acepta el juego y accede a él.
El personaje que aparece retratado en sus obras no es en realidad el propio artista sino un doble que cuenta con una entidad propia y que va cambiando en cada serie. En esta ocasión, las imágenes nos sugieren una estructura narrativa que nunca llega a hacerse evidente y que deja libertad al público para llegar a sus propias conclusiones sobre lo que el artista desea transmitir. Molder confiesa que no hay una motivación especial a la hora de realizar sus series de fotografías, pero siempre acaba aflorando algún aspecto desconocido de su personalidad en las imágenes que construye.
JORGE MOLDER
'Registros provisorios'
Galería SCQ
Santiago de Compostela
Hasta el 28 de noviembre
En las 16 fotografías que forman la serie Registros provisorios puede verse el rostro del artista dramáticamente iluminado, en penumbra y muchas veces semitapado por sus manos. Éstas se convierten en el principal elemento diferenciador entre las diferentes imágenes, ya que el gesto del artista-actor apenas cambia de una a otra toma. Como ocurre en la literatura, Molder crea un personaje y en este caso toma su propia imagen para darle forma, pero la labor de descubrir su espíritu queda para el espectador que acepte el reto de bucear en el pasado del misterioso personaje de las fotografías.
Teatro, cine, literatura y filosofía son territorios en los que se adentra Molder para capturar elementos que le ayudan a pergeñar el contenido de su obra. La ampliación de las fotografías hasta un tamaño de 102×102 centímetros contribuye todavía más a fomentar la sensación de irrealidad y de sumergirnos en un nuevo mundo que pasa a cobrar vida también en la mente del que se adentra en él mismo.
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