Paisaje después de la batalla
Lunes, 17 de noviembre. Los bancos y las farmacias han abierto puntualmente. Emprendo un paseo por los escenarios que anoche concentraron la máxima emoción electoral.
En el bar El Paraigües de la plaza de Sant Miquel una chica con botas negras lee EL PAÍS con cara preocupada
- Etapa 2. Hotel Fira Palace, la calle de Lleida. 14.45 horas.
Aquí Carod Rovira celebró la pasada noche su éxito, cantando las excelencias del plan Ibarretxe y de los Països Catalans, un concepto que desde los tiempos de Max Cahner, allá por la década de 1980, no se dejaba ver por la arena política. Ni rastro de las celebraciones republicanas, esta mañana. En el restaurante El Mall hay seis mesas ocupadas. De izquierda a derecha: mesa 1, un señor y dos señoras; mesa 2, cinco señoras; mesa 3, dos señoras; mesa 4, un señor y una señora, presumiblemente pareja viajera; mesa 5, tres señores y dos señoras; mesa 6, una señora y tres señores. Esta sociedad cambia al galope tendido. Pido el menú (22,25 euros, más IVA, bebida no incluida): ensalada de vieiras con ceps confitados y espinacas tiernas, chicharrones y trufa. De segundo, hojaldrados de cordero lechal sobre cebolla rosa y salsa de frutos del bosque. Tulipa de chocolate blanco con coulis de mora de postre. Bebidas: una caña, 37,5 centilitros de tinto René Barbier 2001 y café. Precio final: 34,51 euros.
- Etapa 3. Hotel Barceló Sants, plaza de los Països Catalans. 16.05 horas.
Sólo un tablero de "eventos" (sic) recuerda que aquí, la última noche, en el salón Barcelona C, el Partit Popular de Catalunya estuvo siguiendo el escrutinio. La célebre moqueta olímpica de aguas malvas y rosas, sigue ahí, un punto más desteñida. En el bar hay cinco mesas ocupadas. De izquierda a derecha: mesa 1, dos hombres; mesa 2, dos parejas; mesa 3, dos hombres; mesa 4, una pareja; mesa 5, tres hombres y una mujer. Pido a Ahmed K. -eso pone en su chapa de identificación- un café (1,80 euros) y un calvados Roger Groult (8,45). Tiene guasa que el PP celebre su noche electoral en la plaza de los Països Catalans.
- Etapa 4. Sede del PSC, calle de Nicaragua. 17,15 horas.
El edificio industrial que alberga la sede de los socialistas catalanes exhibe en la fachada una gran bandera catalana, dos pancartas con el lema "Ara, Maragall" y tres banderolas con mensajes cifrados: "www.maragall.org", "xarxamaragall" y "PSC". Ya se ve que esto no se entiende. Frente al edificio, un alcorque vacío con una chapa adjunta, supuestamente explicativa, del Ayuntamiento de Barcelona: "L'arbre d'aquest escossell [alcorque] serà replantat en la propera campanya de plantació, durant el període d'aturada vegetativa d'aquesta espècie [¿cuál?] que coincideix amb l'estació hivernal". No consigo entender el mensaje. Por un momento, asocio indebidamente lo de "etapa vegetativa" y "replantat" al partido de enfrente. Decido olvidar la horripilante metáfora y me dirijo al Bar Ferrer, en la cercana calle de Marquès de Sentmenat, todo un clásico del barrio que frecuenté en tiempos remotos. Al fondo hay cuatro hombres jugando a las cartas y dos observando los lances de la partida (el Ferrer fue siempre lugar de naipes). Un solitario le da a la máquina tragaperras, lo que le obliga a pedir cambio en monedas sin tasa. El señor Ferrer ya no está. Tampoco su hijo. El camarero, que me sirve un café y un chupito de Cutty Sark, me informa de que hace cosa de cinco o seis años los Ferrer traspasaron el establecimiento a su jefe, "paquistaní como yo". Tras haber pagado 2,10 euros y algunos céntimos de más, me regala un bolígrafo de propaganda que pone "Glen Grant. Pure Malt Whisky". Es verdad, podía haber pedido un Glen Grant, pero el velero del Cutty Sark me ha seducido desde la estantería, será por las ganas de poner mar por medio de este país cejijunto.
- Etapa 5. Sede de ICV, calle de la Ciutat. 18.30 horas. Anoche, los ecosocialistas se reunieron aquí, justo donde un tiempo tuvieron su cuartel general los comunistas catalanes. En la fachada del edificio se hallan colgadas cuatro banderolas, cada una contraseñada con un sol sonriente sobre fondo verde ("Atomkraft? Nein, danke"). En una banderola pone "ecología", en la otra "solidaritat", en la de más allá "Iniciativa" y en la última "Catalunya". Como tampoco consigo comprender el sentido de la cadena, desciendo por la calle de la Font de Sant Miquel, paso por debajo del frontispicio de Subirachs -hay humillaciones por las que es necesario pasar en días así- y me dirijo hacia el bar El Paraigües, en la misma plaza de Sant Miquel. Hay cinco mesas ocupadas: tres por parejas mixtas, una por dos hombres que discuten animadamente y la última por una chica sola. Lleva medias de rejilla, botas negras de media caña y bolso rojo. Cuando no atiende al móvil, lee EL PAÍS con cara preocupada. Pido otro café, agua y un Glennfiddich (10,10 euros).
- Etapa 6. Redacción de EL PAÍS, calle del Consell de Cent. 19.10 horas.
Me pongo a escribir esto. Los catalanes acostumbramos a celebrar las derrotas. Es lo que hecho esta tarde, de modo que tengo los papeles patrióticos en regla. Lo digo por lo que pueda caer.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.