El reverso de Robin Hood
Fondos de pensiones de EE UU han favorecido a clientes ricos en detrimento de los más modestos
Son el reverso de Robin Hood en el bosque de Walt Street. Los gestores de los mayores fondos de pensiones de EE UU se han visto obligados a dimitir tras descubrirse que mediante operaciones ilegales aligeraban el bolsillo de la mayoría de sus clientes, fondistas modestos, para engordar las pensiones de sus clientes más acaudalados. Un nuevo escándalo que afecta a una de las inversiones más sensibles del americano medio, tras las irregularidades detectadas en 2002 entre los analistas financieros, el colapso de Enron y las manipulaciones de WorldCom.
95 millones de estadounidenses tienen depositados los ahorros de su vida para costear los estudios de sus hijos o asegurarse una vejez digna
Su injusticia redistributiva la han perpetrado con operaciones de compra y venta tras el cierre de los mercados y utilizando información privilegiada
En el voraz mundo de las finanzas, Lawrence J. Lasser era conocido por ser una persona tan minuciosa en el control que supervisaba la calidad de las galletas que se servían en la cafetería de la sede oficial de Putnam Investments. Los activos de las compañías bajo su gestión pasaron de 24.000 millones de dólares a 425.000 millones en menos de 15 años y se situó entre las cinco más grandes en una industria que maneja siete billones de dólares en Estados Unidos. Pero hoy Lasser está viendo cómo su reino se desgaja y la industria de los fondos de pensiones entra en una grave crisis de credibilidad por culpa, otra vez, de los abusos de sus gestores.
Lawrence J. Lasser fue decapitado al frente de su compañía el pasado 3 de noviembre, por haber permitido que se realizaran operaciones que favorecían a los grandes inversores y penalizaban a los pequeños. Un día antes también lo hacía Richard Strong, presidente de Strong Mutual. Y, escándalo tras escándalo, esta semana dimitieron John Carifa y Michael Laughlin, de Alliance Capital, la compañía más grande del país por volumen de activos que maneja. No terminaba ahí la saga: el jueves presentaban su renuncia Harold J. Baxter y Gray L. Pilgrim, los máximos ejecutivos de PBHG Funds. No serán las únicas, y en Wall Street se teme que esto sólo sea la punta del iceberg.
La mayor crisis
Junto a Putnam, Strong y Alliance, en la lista negra aparecen también Alger Funds, Bank of America Nations Funds, Federated Funds, Invesco Funds, Janus Capital, One Group Funds y en los últimos días se han sumado Bank of New York, Fleet Boston y Prudential Securities. Y cada día aparecen nuevos nombres. Es la mayor crisis que vive esta industria desde 1940, en la que 95 millones de estadounidenses tienen depositados los ahorros de su vida para costear los estudios de sus hijos o asegurarse medios financieros dignos durante la vejez. La indignación es tal que los inversores ya han empezado a retirar sus inversiones ante la preocupación creciente de los analistas.
El escándalo tiene su origen en dos prácticas de mercado detectadas en estas compañías conocidas como late trading y market timing, y que están terminantemente prohibidas en sus normas. En el primer caso, la irregularidad consiste en realizar las operaciones de compraventa de títulos de los fondos en manos de los grandes inversores a partir de las cuatro de la tarde, cuando ya han cerrado los mercados en EE UU, y se juega el valor del fondo con un beneficio seguro en el mercado asiático. "Es como apostar por un caballo cuando ya ha cruzado la línea de meta", asegura el fiscal general de Nueva York, Eliot Spitzer. La segunda es aprovechar las insuficiencias del mercado en las operaciones de compraventa cuando el valor del fondo no refleja el valor de mercado de la compañía que lo gestiona, lo que representa un claro abuso de información privilegiada. En ambos casos, el perdedor es el pequeño inversor, el que apuesta a largo plazo, porque se diluye el valor real de los activos de sus fondos y además deben soportar costes extraordinarios.
El 75% de los activos que maneja la industria de los fondos de pensiones en EE UU pertenecen a inversores particulares y el resto está en manos de fiduciarios o de organismos financieros y grandes empresas. Hay 8.240 fondos en total. La investigación se centra, de momento, en 88. Los organismos reguladores estadounidenses han descubierto que, en la mitad, los gestores permitieron durante años a por lo menos un gran inversor aprovecharse de los beneficios de este doble mercadeo.
El resultado es la distinción entre inversores de primera y de segunda clase, cuando se supone que todos los fondos se tratan de la misma manera. Sobre el papel, estos fondos están estructurados en EE UU en compañías individuales que invierten el dinero de un grupo de inversores en títulos bursátiles, bonos, divisas y otro tipo de valores, siguiendo estrategias y objetivos diferentes. Cada fondo tiene un consejo de directores que, se supone, orienta a los inversores sobre cómo deben jugar con su dinero y, por lo que se dice en los prospectos, debería ser independientes respecto a las matrices.
Pequeños inversores
Pero el sistema de protección de los pequeños inversores ha fallado de nuevo y las autoridades reguladoras han tardado años en detectar las irregularidades, lo que no ha hecho más que incrementar la indignación. Un nuevo escándalo que está tocando los cimientos de una industria considerada como un modelo para los ciudadanos y que recuerda mucho a las irregularidades detectadas el año pasado entre los analistas financieros de Wall Street, a raíz del colapso del gigante energético estadounidense Enron y de la manipulación contable en WorldCom.
Ante esta falta evidente de control, el Congreso estadounidense y la Security and Exchange Comisión (SEC) -órgano regulador- insisten en que para salir de esta espiral será necesario "rediseñar" la estructura y el funcionamiento de esta industria para adaptarla a las necesidades del mercado y de los inversores. Las autoridades reguladoras estadounidenses van a aprovechar la ocasión no sólo para corregir y sancionar las irregularidades, sino para proceder a una reforma profunda del sistema para hacerlo más transparente.
¿Está listo el mercado para asumir este cambio? Los analistas de Wall Street aseguran que el momento no es bueno. Una de las posibilidades sería la de considerar a los fondos de pensiones como productos financieros y romper su estructura actual mediante la creación de empresas independientes. Otros son partidarios de hacerlos depender directamente de los consejos de administración de las compañías que los amparan. Y la tercera opción es simple: imponer reglas más estrictas para incrementar la independencia de los directores de estos fondos.
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