Bancaixa, blanco de los políticos
Zaplana impone a un ex presidente del Gobierno valenciano para presidir la tercera caja española
¿Se entendería que Jordi Pujol acabase presidiendo La Caixa o que Esperanza Aguirre hiciese lo propio con Caja Madrid? A juzgar por la reacción que desató el anuncio del socialista Rafael Simancas de sustituir a Miguel Blesa, cuando todavía le era posible gobernar Madrid, parece que no. Pues una situación parecida se vive en Bancaixa, tercera caja de ahorros española con sede en Valencia.
Bancaixa es el séptimo grupo financiero español por volumen de activos y la primera entidad financiera valenciana en volumen de negocio
Con Olivas, trata de evitar Zaplana que las cajas valencianas cierren el grifo a proyectos onerosos auspiciados por él, como Terra Mítica
José Luis Olivas, que presidió la Generalitat hasta mayo, es firme candidato a presidir Bancaixa. Lo avala el ministro de Trabajo y presidente del PP valenciano, Eduardo Zaplana, que no quiere perder pie en la escena regional, donde están pendientes proyectos iniciados cuando presidía el Ejecutivo.
Las cajas valencianas -Bancaixa y CAM- no ganan para sorpresas. La renovación de sus órganos de gobierno, iniciada en septiembre, se desarrollaba con cierta normalidad. El presidente de Bancaixa, Julio de Miguel, que accedió al cargo bajo la égida del PP, aspiraba a la reelección y contaba con los parabienes del actual presidente de la Generalitat, el popular Francisco Camps. Pero conforme se acercaba la fecha en la que debían concretarse los nombres de los nuevos consejeros, comenzó a tomar forma dentro del PP la candidatura de su antecesor, desde los comicios del 25 de mayo, José Luis Olivas. La renuncia, por sorpresa, hace dos semanas de De Miguel a repetir en la presidencia dio solidez a la candidatura de Olivas. ¿Por qué este giro de 180 grados en la postura del PP?
La respuesta está en el modelo de sucesión que puso en práctica Zaplana cuando saltó de la Generalitat a Trabajo. Dejó a Olivas, hasta entonces vicepresidente, al frente de la Generalitat en una situación de absoluta interinidad, mientras proclamaba candidato en las elecciones del 25-M a Camps, un político veterano y con unos orígenes en las antípodas del ministro. Tras la victoria de Camps, por mayoría absoluta, salió un Zaplana reforzado a los ojos de la dirección del PP. Las piezas del rompecabezas iban encajando. A Zaplana sólo le queda lograr una holgada victoria en las elecciones generales de 2004, en las que se presentará como cabeza de lista por Valencia, para reforzar su posición en el PP y en un hipotético gobierno presidido por Rajoy.
Pocos sospechaban que los primeros gestos del Gobierno de Camps se harían para marcar distancias con la gestión de Zaplana, pero así fue. Las tensiones latentes en el partido afloraron, obligando incluso a la dirección nacional a intervenir. Lo hizo el ministro Michavila al recordar en público que Camps era el candidato de Aznar en la Comunidad Valenciana, y algo más tarde el entonces vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que sutilmente indicó que no están los tiempos para polémicas. Las apariencias se han mantenido desde entonces a duras penas, y lo que ahora sucede en las cajas evidencia que el pulso sigue vivo en el seno del PP.
Trasfondo
Con la candidatura de Olivas en Bancaixa, Zaplana, que ha avalado personalmente su ascenso, no sólo marcaría un tanto a su favor, sino, lo que parece más importante, se asegura de que los proyectos que echó a rodar como presidente de la Generalitat, en los que participan las cajas, seguirán adelante.
El caso más paradigmático es el del parque Terra Mítica. La inversión de Bancaixa y la CAM en el centro de ocio de Benidorm, en pérdidas desde su apertura, ha ocasionado discrepancias entre los dirigentes políticos y los gestores de la caja después, sobre todo, de la retirada de los inversores privados de un proyecto que no ha demostrado aún su rentabilidad.
Además, sigue pendiente el desarrollo de la corporación financiera, un sucedáneo creado por Bancaixa y la CAM a instancias de la Generalitat ante la imposibilidad de fusionar ambas entidades.
Por otro lado, la apuesta de Zaplana por Olivas representa, en cierto modo, un reconocimiento a su labor en los últimos años. Si accede, el 15 de enero, a la presidencia de Bancaixa, este político, inactivo desde mayo, habrá cerrado el el círculo que empezó a dibujar en 1997 como consejero de Economía y Hacienda de Zaplana.
Dos años después de que el PP ganase en los comicios autonómicos de 1995, Zaplana le encargó la reforma de la ley valenciana de cajas porque, tal y como estaba concebida, obstaculizaba un cambio rápido del color político de las cajas. Los populares reconocían que no era posible que un gobierno del PP tuviese enfrente un sistema financiero local controlado por PSOE y afines. Sobre todo, debería añadirse, si las cajas se convierten en un instrumento clave para financiar políticas y proyectos impulsados por el Ejecutivo.
Zaplana fue pionero en España en aumentar por encima del 50% la presencia de las administraciones en las cajas. Olivas vendió esta reforma como la de la despolitización, a pesar de que nunca antes el sector público había tenido tanto peso en el seno de estas entidades. Sí legisló, sin embargo, para sacar a los cargos públicos electos de sus consejos, endureciendo las incompatibilidades. Como la reforma no garantizaba tampoco un cambio rápido, dirigió con mano de hierro todas las negociaciones de renovación desde 1997 con la oposición, a la que ha negado repetidas veces la elección de consejeros por el sector público de acuerdo a los resultados electorales. Los socialistas han pactado aun así con el Ejecutivo la práctica totalidad de las renovaciones; sólo en 2001, Olivas, ya como vicepresidente de la Generalitat, les dejó sin ningún consejero en Bancaixa.
El PSOE ha optado ahora por el pragmatismo y, aunque no tiene la proporcionalidad, se ha asegurado el 50% de los miembros que por el sector público entrarán de nuevo en el consejo de Bancaixa. La reacción a la candidatura de Olivas ha sido más fría de lo esperado. Su secretario general, Joan Ignasi Pla, condicionaba su aceptación al resultado final de la negociación. A posteriori, colaboradores de Pla declaraban con la boca pequeña que los socialistas nunca hubieran colocado a un ex presidente de la Generalitat en el cargo. Si el PP ha colocado al ex presidente y a un ex consejero de Sanidad, por citar algunos, en su lista de consejeros, la federación socialista propondrá como consejeros de Bancaixa a Eduardo Montesinos, ex dirigente y cargo público del partido dedicado ahora a labores de asesoría, y al actual secretario de Finanzas del PSPV-PSOE, José María Cataluña, que renunciará al cargo en breve.
Ni Olivas ni los citados antes incurren en incompatibilidades legales, si bien los socialistas no esconden sus reservas sobre la designación de Olivas. Un informe jurídico solicitado por el PSPV-PSOE observa que su elección es "incompatible con el principio de libertad de competencia, dada la posición de privilegio, tanto en lo que se refiere a la disposición de información como a las decisiones adoptadas, que en el pasado más reciente ha ostentado como miembro y presidente del Gobierno de la Generalitat". Las cajas son de nuevo blanco de los políticos.
Prácticamente cerrada la operación en Bancaixa, ya se escuchan rumores de batalla en la CAM. Uno de sus vicepresidentes, Armando Sala, acaba de abrir, a tres años vista de la elección de nuevo presidente, un debate sobre la posibilidad de sustituir al actual, Vicente Sala. De Armando Sala siempre se han conocido las excelentes relaciones que mantenía con Eduardo Zaplana.
Bancaixa es el séptimo grupo financiero español por volumen de activos, tercera caja de ahorros por volumen de activos y primera entidad financiera de la Comunidad Valenciana en volumen de negocio, según datos de la entidad.
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