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Entrevista:JAVIER MARISCAL | Diseñador y pintor

"Rita nos ha robado las estrellas"

Miquel Alberola

Pregunta....

Respuesta. No, yo pregunto: ¿Se vive mejor en Valencia sin Zaplana?

P. ¿Se ha ido?

R. Ah, a este nivel, esta comunidad...

P. ¿Qué le sugiere ese nombre?

R. Yo es que era hippie y viví en una comuna y tal. Me suena a comunidad de frailes.

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P. ¿Prefiere llamarla País Valenciano?

R. O simplemente franja de tierra con gente que toma el sol y le gustan las paellas. Es igual que El Cairo. Y les pasa lo mismo que a nosotros: les importa tres pitos. No hay ese sentimiento nacionalista, gracias a Dios.

P. ¿Se hizo más valenciano desde Barcelona?

R. Valoré más este espíritu cínico y crítico. Me quedé muy parado cuando llegué a Cataluña, y concluí que nuestra gran fuerza nacional es que nos gusta mucho comer un arroz bajo un pino en la playa. Más que una lengua o una bandera. Y eso me gusta.

P. Desde la distancia.

R. Ah, no yo estoy muy bien en Barcelona. Me gustaría venir de abuelo.

P. Hace cosas en todas partes menos en Valencia. ¿Está en la lista negra?

R. No, me han encargado un hotel al lado del Patriarca muy interesante y una escultura en la Universidad Politécnica.

P. ¿Cómo ve Valencia desde Barcelona?

R. El cambiazo ha sido gracias a Rita Barberá. Ha puesto tanta iluminación por las noches que nos ha destrozado las calles. Me niego a salir por la noche porque me ha destrozado el entorno. Y además es una luz que no me favorece. Es para llevar a Rita a los tribunales. Nos ha robado las estrellas.

P. ¿Ha terminado matando a Cobi?

R. Nunca lo maté. Nació con un cáncer y se sabía que el día de la clausura de los Juegos Olímpicos se moría subiendo a los cielos. Está con San Pedro.

P. Con Cobi usted pasó de artesano a empresario.

R. Me obligó y me ayudó a tomar la determinación de montar mi estudio, cosa que quizás no hubiese hecho. Me iban a pagar por aprender y me lancé. Aunque ahora hay momentos en los que me gustaría más pintar. Cuando pintas haces lo que te da la gana.

P. ¿El arte es compatible con el encargo o surge de la libertad de crear?

R. Siempre diferencio entre el arte y el diseño. El diseño me viene por un encargo, con sus especificaciones, su presupuesto y sus tiempos. El arte, en mi caso, son las pinturas que hago y las vendo a través de galerías. Son originales y no hay encargo. Es o lo tomas o lo dejas.

P. ¿Se siente más pintor que diseñador?

R. Me siento más jardinero y, sobre todo, padre, amante y amigo. Y hablador, molestador, metedor de mano... pero en el carné de identidad sólo pone dibujante.

P. En su obra hay muchas palmeras.

R. La palmera es una explosión de alegría. Cómo coge el viento...

P. Palmeras, cipreses... ¿Obsesión ecológica?

R. Siempre me han gustado los paisajes. Cuando los ves es como si te hicieran pajas en el cerebro. También he hecho mucho paisaje urbano. Hay una belleza urbana en las gasolineras. Tengo varias dibujadas.

P. ¿Y por qué gasolineras?

R. Vivo de no ir al psiquiatra. Obsesión, obsesión, obsesión sólo he tenido por las tetas. Y todavía la tengo. Me encantan las tetas y se me van los ojos detrás. Lo otro, son temas que vas repitiendo. Series.

P. Tiene fama de autodestructivo.

R. Sí, eso es muy valenciano. Pero hago esfuerzos por decir basta y no fastidiar a mi entorno.

EN DOS TRAZOS

Javier Errando Mariscal (Valencia, 1950) es un genio autodidacta, quizá por eso no aguantó ni un un mes en Bellas Artes. Cronista gráfico de la Barcelona de los ochenta, el diseño con trazo espontáneo de Cobi, la mascota de los Juegos Olímpicos de 1992, lo convirtió en uno de los más considerados diseñadores y dibujantes del mundo. En su estudio en la antigua fábrica de Palo Alto ha puesto su sello a casi todo: imágenes corporativas, hoteles, discos, personajes... Ahora está trabajando el diseño de un hotel con resonancias orientales para el centro de Valencia.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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