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Reportaje:

Treinta años encendiendo las letras de Madrid

Los clientes del café Gijón rinden homenaje a Alfonso, el vendedor de tabaco del establecimiento

Alfonso González Pintor, Alfonso el Cerillero, permanecía ayer sentado en su puesto habitual del café Gijón, a la derecha de la entrada y rodeado de paquetes de tabaco, chicles, humo, postales de Madrid y papeletas de lotería de Navidad. El aire frío le daba cada vez que un cliente abría o cerraba la puerta: como todos los días desde hace 30 años. Pero ayer fue un día diferente para Alfonso.

Los amigos del cerillero y asiduos del café quisieron hacerle un homenaje a este hombre de gesto tímido, andares cortos y cansados, y personaje inseparable de su uniforme de color azul y gafas colgadas en el pecho. El homenaje fue una sorpresa, así que poco antes de la hora convenida -las ocho de la tarde- los conspiradores fueron apareciendo en el Gijón: los escritores Arturo Pérez-Reverte y Juan Madrid, el cineasta Tito Fernández, los periodistas Javier Villán y Raúl del Pozo, los actores Álvaro de Luna y Manuel Aleixandre...

"Aquí vendió tabaco y vio pasar la vida Alfonso, cerillero y anarquista", señala una placa

El revuelo que se formó en el local no alteró el semblante de Alfonso, hasta que Pérez-Reverte lo cogió por sorpresa del brazo y le ayudó a bajar a la sala inferior, un recinto abovedado y con los techos de madera y una alfombra roja. "Yo te voy a decir de qué se trata...", le dijo Pérez-Reverte ante la cara de incredulidad que puso el viejo cerillero al recibir una clamorosa ovación de los más de cincuenta amigos que se reunieron ayer en el Gijón para rendirle homenaje. "Alfonso es la persona del café Gijón de toda la vida", explicó el escritor. Y luego contó algunas de las penurias que ha pasado el cerillero. "Tuvo una infancia bélica, con un padre anarquista de la Guerra Civil y su familia le seguía como si fuese Pancho Villa". El padre de Alfonso murió, y la madre, que no quería que su hijo fuese a un colegio franquista, le enseñó a leer y a escribir por las noches, siguió recordando el creador del Capitán Alatriste.

Pérez-Reverte entregó una placa al homenajeado en la que se puede leer: "Aquí vendió tabaco y vio pasar la vida Alfonso, cerillero y anarquista. Sus amigos del café Gijón". La placa será colocada justo encima de su puesto habitual de trabajo. "Cuando estés criando malvas, la gente sabrá qué es lo que hacías en el Gijón", bromeó Pérez-Reverte. Luego, uno por uno, fueron hablando algunos de los intelectuales que frecuentan el café.

El periodista Raúl del Pozo recordó cuando Alfonso le prestó "dos millones de pesetas". "Ha sido el camello de todas nuestras pasiones", ilustró Del Pozo. El escritor Juan Madrid resaltó que siempre se ha fiado "del olfato literario" del cerillero y que le ha dado a leer casi todas sus novelas para saber su opinión. A su lado, Alfonso tan sólo acertaba a sonreír un poco y a decir un tímido y escondido "gracias". "Yo sólo quiero decirte que te quiero muchísimo", le dijo una amiga momentos antes de estamparle en la mejilla un sonoro beso. "¡Y a ver si das algún premio de lotería, que no lo has dado nunca!", gritó uno de los presentes.

El poeta Pedro Beltrán le dedicó los siguientes versos: "Es Alfonso el cerillero / el mejor gacetillero / del Gijón, / y también es el banquero / que pone al prestar dinero / el corazón".

"Yo con Alfonso he hablado mucho, mucho tiempo, muchos años. No sé cuándo quiere más, si cuando quiere o cuando desprecia", dijo el actor Manuel Aleixandre.

Luego llegaron las fotos, y más besos, y las cervezas y las copas. Alfonso se tomó una coca-cola. "La verdad es que algo me olía. Es muy duro... Es muy duro... Es un constante sufrir... El sufrimiento de que uno es tímido", balbuceó, apenas, el homenajeado con los ojos rojos al preguntarle sobre sus sentimientos esa noche tan especial. Luego, más tranquilo, se soltó hablando de las dos mujeres de su vida: "Mi nieta Eva y mi mujer, Leonor". "Tengo una esclava en casa: mi mujer se levanta todos los días a hacerme la cena a las tres de la mañana", bromeó Alfonso. Porque el cerillero del Gijón llega a su casa a las tres de la mañana después de trabajar "14 horas diarias". "Llegué aquí hace 30 años con un amigo porque me jubilé por enfermedad y sólo me daban 5.000 pesetas al mes". "No me retiro porque necesito el dinero y porque aquí me encuentro muy bien; sobre todo si alguna vez puedo insultar a alguien", comentó con una media sonrisa. Entre felicitaciones, Alfonso acertó a resumir su vida en el Gijón con una frase: "En 30 años, todo lo que he visto ha sido", se paró un momento a pensar, "bueno".

"Forma parte del mobiliario"

Seguramente la historia personal de Alfonso, con más tintes trágicos que cómicos, es lo que ha hecho de este personaje uno de los emblemas del café Gijón. Alfonso el cerillero se ha ganado el respeto de todos. Los elogios no paraban ayer de salir de las bocas de los que asistieron al homenaje.

El escritor Juan Madrid ha dirigido su primera película -Tánger- y quiere que Alfonso la vea para que le dé su opinión. "Nos ha ayudado mucho con la literatura. Es un gran lector de novela policiaca, le encanta", dijo Madrid.

Arturo Pérez-Reverte, que le dedicó el escrito El centinela del café Gijón, le describió como "una institución en el café". "Me ha guardado el correo, me ha fiado tabaco, dinero... Un homenaje entre amigos es lo mínimo que le podemos hacer", señaló el escritor. Raúl del Pozo señaló que, con su porte serio y tranquilo, parecía "un hombre de las películas de cine negro".

Sus compañeros de trabajo, los camareros, también se deshicieron en elogios. "Este hombre, por su forma de ser, ha sido muy afectivo, muy querido por toda la clientela. Muchos de los que vienen por aquí han escrito sobre él porque es un filósofo de la vida", comentó el camarero José Barcena, uno de los organizadores del homenaje.

Otro camarero del local, Onofre Oliva -"el más antiguo del café Gijón, con 39 años de servicio"-, describió la figura del cerillero "como alguien que forma parte del mobiliario". "Lo que le han hecho es un gesto muy bonito", comentó. Oliva se encargó, además, de recaudar "la voluntad" que los presentes quisieron entregar para donar al cerillero y su familia.

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