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Crítica:FESTIVAL DE OTOÑO | 'The phantom project'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sin pasado

Fue en 1986, en la segunda Bienal de la Danza de Lyón y unos tres años después de fundada la compañía, cuando realmente el público y la crítica europea descubrieron a Arnie Zane y a Bill T. Jones. La acogida de la crítica no fue unánime, pero todo el mundo se rió muchísimo.

Arnie sacó a escena un gran perro y de paso sacó también varias veces la lengua. Era un niño terrible del Bronx neoyorquino, de madre lituana y padre brasileño, y en aquella época, Bill iba detrás del menudo Arnie con su imponente físico afroamericano y una seriedad búdica.

En la Bienal de Lyón fueron calificados de "complementarios perfectos" (así también les había bautizado la revista Advocate), y esa unión sentimental, intelectual, artística y humana sólo la interrumpió la prematura muerte de Arnie Zane en 1988.

Bill T. Jones-Arnie Zane Dance Company

The phantom project (Programa I): There were...: John Cage; Ionization: Edgar Varese; Merci 10 - 8 on a circle: L. W. Beethoven; Power/full: John Oswald y Laurie MacDonald; Another another history of collage: con Arnie Zane. Blue Gene Tyranny y Charles Amirkhanian. Coreografías de Bill T. Jones. Festival de Otoño. Teatro de La Zarzuela, Madrid. 12 de noviembre.

Aquella ocasión de Lyón fue la última en que se les vio juntos sobre la escena, exhibiendo una complicidad especial y poderosa, iconoclasta, despiadada.

En Madrid, la compañía estuvo por primera vez hace más de 10 años y fue entonces cuando se asoció la palabra drag queen a la danza moderna. De aquel espíritu original (en que se colaboraba con Keith Haring y Peter Gordon) queda muy poco en la compañía que aún hoy lleva el nombre del desaparecido junto al del sobreviviente.

Los tiempos han cambiado, la danza posmoderna neoyorquina, en cualquiera de sus ramas, es apenas un recuerdo biblio-iconográfico. Tan es así, que el título de este proyecto que incluye reconstrucciones del pasado no puede ser más atinado: pues es un proyecto fantasma y, en cierto sentido, hasta ingrato con Arnie Zane: su nombre ha desaparecido, inexplicablemente, en el programa de mano de los créditos de la última coreografía.

Ya sólo en las lides creativas, Bill T. Jones es hoy denso, críptico y hasta inconexo en cuanto a estructura coréutica. Su estética no quiere tener lastre ni pasado, y lo consigue con un deje de ironía.

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