Simetría
Uno de los riesgos más serios que corre Francisco Camps es que su timidez política le acabe pasando la misma factura que a Joan Ignasi Pla, lo cual, además de las nefastas repercusiones que tendría para sí mismo, establecería una simetría muy expresiva del sometimiento de los dos principales agentes de la política valenciana de principios de siglo a quienes les precedieron. Pla, debido a las hipotecas que contrajo para alcanzar el cargo en el PSPV, fue renunciando poco a poco a ejercer como secretario general con toda la intensidad. No tomó decisiones desde la legitimidad que le confería la plaza, como hubiese correspondido ante el aprieto orgánico planteado a propósito de quién debía encabezar la lista al Ayuntamiento de Valencia y otros tantos asuntos cuyo volumen excede este espacio. Esa pusilanimidad acabó configurando un modo de gobernar, acaso irreversible, en donde la última palabra es del grupo de presión oportuno, hasta el punto que hoy en el PSPV las coerciones, cuando no la inacción por el miedo que sostiene pegada con saliva su unidad, han sustituido en gran manera la autoridad de la secretaría general. Tampoco Camps está exento de encontrarse en esa misma situación, si no asume con todas las consecuencias el poder que se deriva del cargo que ocupa y lo ejerce con convicción, firmeza y por encima de los ecos nostálgicos de su partido, sobre el que Eduardo Zaplana trata de perpetuarse después de caducado. Es cierto que el ministro está poniendo toda su artillería en el frente ante el horizonte de incertidumbre que le dibuja un Madrid que, pese al ditirambo mediático pensionado, se le aprieta de piernas. Pero no lo es menos que Camps no hace nada para fortalecer su imagen de líder tomando decisiones políticas para las que está sobradamente legitimado. Aunque por la ruta de Don Tancredo, o atrincherado tras el presupuesto, siempre podrá llegar al claustro de La Valldigna y anidar una burbuja gótica tan huera como la de la ciudad prohibida china. En ese confín metafísico incluso podría darle cuartelillo a Pla y cantar a coro Stella splendens in monte, mientras otros se chupan la yema.
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