La izquierda gallega
En medio del estrépito de la batalla madrileña, al PSOE se le abrió otro frente en Galicia, vinculado a una cuestión muy sensible para el socialismo: sus alianzas con nacionalistas. El nudo de la crisis se sitúa en Vigo, pero su efecto expansivo puede trastocar el escenario de la política gallega en la última década, caracterizado por la polarización entre el PP de Manuel Fraga y la alianza tácita que unía al PSOE con los nacionalistas de izquierda del BNG. Lo que está en juego no es sólo una alcaldía importante, sino la credibilidad de una eventual alternativa al dominio absoluto del PP gallego, en un momento en que las circunstancias para fraguarla parecían más favorables.
No es casualidad que la crisis estallase precisamente en Vigo, la mejor metáfora de la contradicción que siempre ha lastrado las relaciones entre el PSOE y el BNG. La fortaleza del PP gallego y los fluidos intercambios entre las clientelas electorales de socialistas y nacionalistas habían abocado a éstos a una cierta unidad de acción. Tras ese entendimiento, sin embargo, ha latido una desconfianza mutua y una pugna por deshacer su virtual empate de fuerzas.
En las últimas municipales, la Ejecutiva Federal del PSOE impuso en Vigo como candidato a un independiente, el ex juez Ventura Pérez Mariño, un gesto acorde con los nuevos aires de Rodríguez Zapatero, que repescó a un personaje poco grato a la vieja guardia. Los nacionalistas de Vigo pagaron en las municipales de mayo el precio de cuatro años de disputas internas en el Ayuntamiento, mientras el PSOE, gracias a la novedad de Pérez Mariño, se cobró los beneficios. Alterada la correlación de fuerzas en la izquierda, el ex juez alcanzó la alcaldía gracias a que el BNG correspondió al apoyo recibido en 1999. Pero el gobierno de coalición nunca funcionó. A Pérez Mariño no le faltaban motivos para quejarse de la actitud de sus socios, ofuscados por ajustar cuentas con el PSOE. Cuando el desencuentro alcanzó al área de gestión urbanística, Pérez Mariño tomó una medida extrema, poco inteligible en una situación tan débil como la suya (sólo dispone de 8 concejales entre 27): expulsó del gobierno a quienes cuatro meses antes le habían facilitado la alcaldía. La reacción de los nacionalistas fue dar por suspendidos los pactos en toda Galicia y amenazar con aliarse al PP en Vigo. La situación está tan enconada -el BNG exige que dimita el alcalde para recomponer el acuerdo- que no se vislumbra una salida. Es un baldón para la maltrecha credibilidad de la izquierda en Galicia.
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