Torres empequeñece al Betis

Fernando Torres crece y crece como futbolista. Ya es uno de esos jugadores a los que casi no les hace falta tocar la pelota para que hasta el observador menos conocedor se dé cuenta de que es otra historia, que es muy, muy bueno en su trabajo. Ayer marcó un gol fantástico, plástico y trascendental, pero sería injusto quedarse en el citado tanto por espléndido que fuera. Corrió, se desmarcó, regateó y presionó como los ángeles. Se conchabó con Nikolaidis para volver locos a los zagueros béticos y suplió con sus arrancadas la merma al ataque atlético que supuso la empanada mental de Jorge en la primera mitad. En definitiva ganó el partido para un colectivo que ayer trabajó bien y sabiendo lo que hacía.

La visita del larguirucho delantero no era precisamente lo que necesitaba el Betis. Los verdiblancos llegaron tocados tras su derrota en Pamplona. Vacíos, sin ideas. El problema es que esta situación amenaza con convertirse en endémica para el conjunto sevillano. Desde que Manuel Ruiz de Lopera se comprara el equipo, desapareció la filosofía del manque pierda en favor del musho Betis. Desde entonces, el club se ha puesto metas cada vez más altas. Se ha metido presión él solito sin pararse a pensar que quizá no tenga plantilla para satisfacer los desbocados sueños de una afición espoleada desde la presidencia.

Víctor Fernández está bloqueado. Prueba cosas diferentes en casi todos los partidos. Ayer colocó a Ito para que apoyara a un Assunçao que se había quejado ante la prensa de estar desprotegido. El entrenador no cuenta con arietes de garantías pero se ve obligado a colocar en los extremos a los intermitentes -y ayer desaparecidos- Joaquín y Denilson. Tote y Fernando son dos buenos segundos delanteros, pero hay que admitir que no tienen el perfil idóneo para un juego caracterizado por frecuentes pases altos al área. Además, sus características y sus querencias naturales hacen que, en ocasiones, al ataque, el equipo se parta en dos y quede desvalido frente a un posible contraataque.

Gregorio Manzano mandó a sus jugadores morder desde el primer minuto. Simeone y De los Santos empujaban a sus compañeros a gritos hacia adelante cada vez que el Betis cogía la pelota. La defensa bética también se colocó bastante adelantada y el partido se asentó en una franja estrechísima sobre el centro del campo.

En este tipo de encuentros, el desarrollo del juego se basa en la rapidez mental y de desmarque que tengan los jugadores. Si no hay, todo se queda en barullo. El Atlético empezó dominando esa faceta como consecuencia de la presión y los estirones y contracciones que daban sus líneas sin perder el orden. Daba gusto ver a Torres controlar los movimientos de Assunçao con el rabillo del ojo y a Nikolaidis tras los defensas béticos, que intentaban sacar la pelota de su zona con un mínimo de control e intención.

Una duda, un bajón de rapidez mental de Novo, facilitó un robo de balón del Betis que acabó en falta al mismo borde del área. La marrullería de Simeone y compañía para adelantar la barrera y dificultar el tiro de Assunçao se volvió en contra de su equipo. El lío hizo que Juanma no colocara bien la barrera y Assunçao marcó con un disparo espléndido, que no necesitó ni ser fuerte.

El Betis se creció e intentó sacar provecho de la actitud nerviosa del ayer sustituto del Mono Burgos. Fernando disparó con el exterior desde fuera del área y Juanma sacó con la punta del guante lo que parecía que iba a ser un golazo. Éste llegó, pero lo marcó Torres como una verdadera estrella del fútbol. Su remate cruzado al palo largo, en el aire, acabó con el Betis.

Nada más comenzar la segunda parte, otra jugada descarada y perfecta del joven delantero acabó en un centro a Nikolaidis que buscó y consiguió un penalti. Torres lo transformó y el partido abandonó el fútbol.

Víctor Fernández se lanzó al ataque con los cambios y Manzano reculó con los suyos. Al Betis le dio igual la superpoblación de delanteros. Su problema está en la zona de creación, que no hilvana jugadas, que no sorprende, que es lenta y blanda.

Ayer el Atlético empezó a creérselo y el Betis despertó de sueños heroicos sin reconocerse. Lo único que sabe el equipo es que hay que cambiar algo, que se han quedado sin alma y mira hacia Víctor Fernández, que parece haberse quedado sin ideas.