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Tribuna:MEDIO AMBIENTE
Tribuna
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Allende Sierra

No se pueden poner puertas al campo. Tampoco se pueden poner fronteras artificiales en las montañas. Y mucho menos fronteras culturales derivadas de derechos o competencias, locales o provinciales como ocurre en el corazón de la sierra de Guadarrama. Pero lo cierto es que, inadvertidamente o no, en ocasiones acabamos poniéndole puertas invisibles a un campo que ni las tiene ni falta que le hacen. Puertas que sólo están en nuestra cabeza, porque la sierra es una, por un lado y por el otro, se la mire como se la mire; es, en la aldea global, de todos, y ha de ser contemplada y defendida como un sistema con entidad propia desde el punto de vista geológico, botánico, económico y humano. Es indudable, sin embargo, que son los segovianos y los madrileños, tan cercanos a ella, los que más la necesitan, los que tienen más ocasiones de disfrutarla y también de perjudicarla. Son, por ello, los principales responsables de su conservación y mejora.

Guadarrama tiene entidad desde el punto de vista geológico, botánico, económico y humano

La cercanía de Madrid ha condicionado decisivamente la evolución de la sierra de Guadarrama, de forma muy especial a partir del siglo pasado. Quizá esto explique la frecuencia con la se ha pasado a llamarla sierra de Madrid. Pero es ésa una denominación inexacta y engañosa. La sierra de Guadarrama no es únicamente madrileña, aun cuando sea para Madrid tan imprescindiblemente vital. Es en buena medida segoviana si aceptamos para entendernos esa división administrativa que no nos gusta. Fueron además los segovianos los primeros que repoblaron la vertiente meridional de Guadarrama después de la reconquista, cuando Segovia era una ciudad emergente y Madrid no pasaba de ser un pueblo. Segovia ha mirado tradicionalmente "allende sierra", algo que, por razones históricas, nunca ha hecho Madrid. Pero no son sólo tales razones las que avalan el guadarramismo de Segovia, ya que para esta ciudad sigue siendo la Sierra, puerto, nieve, agua, madera, pasto, caza; y parte esencial de su vida y de su paisaje.

La creación del Parque Nacional de Guadarrama supondrá la superación de estas divisiones, particularismos y, quizá en algunos casos, prejuicios. Uno de los aspectos positivos que sin duda tendrá la declaración de parque será considerar la sierra como un todo y olvidarse de si es segoviana o madrileña. Pero los hábitos y las costumbres no se modifican por decreto, y seguramente muchos madrileños se seguirán deteniendo en sus excursiones en los pasos que cruzan hacia la ladera norte y muchos segovianos seguirán practicando sus marchas en donde solían, es decir, en la vertiente norte de la Mujer Muerta, de los Siete Picos o de Peñalara. Ha existido siempre, es cierto, una cultura fronteriza y montaraz entre las gentes de los pueblos serranos, tan cercanos por sus tradiciones e idiosincrasia, pero que no llegaba en general a las gentes de la ciudad. Ahora que el parque nacional está en puertas, habrá que tratar de que esa cultura de entendimiento y colaboración se extienda y se afiance entre los miles de ciudadanos que acuden a la sierra.

Para contribuir a esa tarea, Peñalara y los Amigos del Guadarrama han promovido el proyecto Allende Sierra, cuyo objeto no es otro que el de procurar el cruce de mentalidades, preocupaciones y sensibilidades entre segovianos y madrileños en cuatro marchas, a través de los puertos y collados que separan y unen Segovia con Madrid. Cada una de ellas se celebrará en una de las estaciones del año durante 2004: la de invierno, en enero, a través del puerto de Fuenfría; la de primavera, en abril, a través del puerto del Reventón; la de verano, en agosto, en el puerto de Malagosto, y la de otoño, en noviembre, a través del puerto de Navafría.

Ni el proyecto trata de ser ambicioso ni en realidad es nada nuevo. Los pioneros guadarramistas que nos siguen todavía inspirando con sus ideas no distinguían entre Segovia y Madrid cuando nos contaban sus andanzas por la sierra. En la muy recomendable lectura de las Obras del Guadarrama, de Constancio Bernaldo de Quirós, que acaba de editar Peñalara con la Comunidad de Madrid, se puede observar que el espíritu guadarramista estaba por encima de cualquier distinción político-administrativa. Lo mismo le ocurría al Arcipreste de Hita, el cual, si hubiéramos de buscar un patrón para Allende Sierra, sería sin duda el patrón ideal. Cruzaba sin cesar pasos y puertos en estaciones diferentes, siempre con buen ánimo y espíritu poético y jocoso. Pero Juan Ruiz no buscaba paisajes. Él mismo lo dejó escrito: "Si alguno, lo que no aconsejo, quisiera usar del loco amor, aquí hallará [se refiere al Libro del buen amor] maneras para ello". Todo un proyecto Allende Sierra desde su Hita natal, pero ése, claro está, no es el propósito del nuestro. Sí que lo es conseguir que segovianos y madrileños caminen juntos por la sierra de Guadarrama, que es su Sierra, y se animen y se estimulen mutuamente a amarla y a defenderla.

La sierra no separa a Madrid de Segovia, ni a los madrileños de los castellano-leoneses, por si alguien le diera por pensar algo así; la Sierra, nuestra sierra de Guadarrama, es hoy, quizás más que nunca, un espacio abierto y atractivo para todos los que estamos o vivimos en sus alrededores; ahora no es un obstáculo que separa, sino un lugar que une y, en todo caso, que acerca. Tenemos que acabar con las puertas psicológicas que nos cierran mentalmente el paso al otro lado de la sierra como si fuera el otro lado de la Luna. Tenemos que acabar con la puertas administrativas que dan como resultado situaciones ridículas o absurdas, tenemos que darle a la sierra todo el valor que realmente tiene para nosotros.

Antonio Sáenz de Miera es presidente de Amigos del Guadarrama de Peñalara

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