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VISTO / OÍDO
Columna
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Madrid

Ya tiene Madrid sus cuatro puntos capitales: la Zarzuela, la Moncloa, la Asamblea, el Ayuntamiento. Son conservadores: Madrid es una ciudad conservadora. Tiene un sur irredento, pero está ahogado, alejado en ferrocarriles de cercanías abarrotados, en metros donde harán falta empujadores, como los forzudos que en Tokio prensan a la muchedumbre para llenar los vagones. Una fuente del conservadurismo está, en una medida no exagerada, en los nacionalismos de fuera, que no sólo se asientan sobre sí mismos para defenderse de España, sino que apuntan a Madrid como culpable: viajo y lo noto. Madrid no entiende bien que tiene que defenderse de España cuando España es la antigua fuerza que rebota sobre todos los motines. La izquierda se defendió a tiros y con barricadas con la guerra, hasta que no pudo más: aprendió que, cuando gana, la matan. En los planes del aznarismo está la ocupación de España por medio de las autonomías: le salió mal en el País Vasco por su propia brutalidad, le va a salir mal en Cataluña por la inteligencia catalana; mal en Extremadura, en Andalucía, porque no supo o no quiso restañar la pobreza. Y no digo que esas autonomías sean de izquierdas: no son, simplemente, de derechas. O no son del PP: son los lugares en los que se le nota demasiado. Hay más fuentes: está un cierto dinero rápido y fácil para una burguesía que lo gana con miedo porque ve cada día cómo avanza la avaricia conservadora, que lima sueldos, eleva precios, amenaza puestos.

El miedo vota a la derecha: vota a EE UU mejor que a Europa. Hay más cosas: dejadez, resignación. De cuando en cuando, Madrid sale a la calle: salen desde los que gritan contra el chapapote que tizna a los gallegos hasta la guerra que matará a los inocentes, desde los estudiantes a los que se endurece la vida hasta los homosexuales que quieren algún derecho. Es el Madrid libre y callejero, la "ciudad alegre y confiada" como tantas veces se dijo (Benavente, Galdós); unas veces chispera y maja en la calle, con sus navajas, contra los franceses de Napoleón; la siguiente, abierta e indiferente para que pasen los "cien mil hijos de San Luis" de la Santa Alianza: las dos veces se equivocó.

¿Se ha equivocado ahora? Me parece que la izquierda madrileña, excepción hecha de la social -el Sur-, no ha querido votar a la izquierda. No ha creído en ella. "No más servir a señor que se me pueda morir", decía Gandía; no más votar a señor que no me sepa servir, dice Madrid.

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