"Habemus Ba-ba"
La laboriosa negociación de José Miguel Echávarri para formar su nuevo equipo, llamadoBaleares-Banesto a la espera de su bautizo oficial
José Miguel Echávarri no es de natural irreverente, pero era tal su alegría el pasado lunes que no pudo sustraerse a una de sus habilidades favoritas: los juegos de palabras. Eran las cinco de la tarde del 20 de octubre y, por fin, después de varios meses de una complicada gestación que había bordeado el aborto en varias ocasiones, veía la luz el equipo ciclista que hereda el peso histórico del Banesto, patrocinado por el Gobierno balear, con la ayuda del banco el primer año y que dio en llamarse oficiosamente, a la espera del bautizo oficial, Baleares-Banesto. Para abreviar, Ba-Ba. Así que Echávarri, también habilidoso en el uso de los sms de los teléfonos móviles, no dudó en dar la buena nueva a sus amigos como si a la puerta del cónclave en el Vaticano estuviera: "Habemus Ba-Ba". Pero doce días antes la fumata no había sido tan blanca. Ni mucho menos. Más negra, imposible.
"Aquí estoy, recuperándome después del aborto. ¿Qué les decimos a nuestras fieles huestes?", escribía vía sms Echávarri el 8 de octubre a las seis de la tarde. El día había sido de actividad frenética en la vieja sede de la Sociedad Deportiva Banesto en Madrid. Echávarri y sus colaboradores esperaban la llamada de confirmación del Gobierno balear y, mientras tanto, soñaban, avanzaban diseños del nuevo maillot en el que figurarían las islas y el banco. "Estábamos como niños con zapatos nuevos o con un juego de muñecas, haciendo vestiditos. Pero la llamada no llegó. Se nos pasó el día como el vals de las horas: 'Y nos dieron la una y las dos, las tres y las cuatro...". La llamada había sido acordada la tarde anterior, tras una reunión entre Pepote Ballester, el olímpico de vela que ejerce como director general de Deportes de Baleares, y representantes de Banesto. Había parecido la definitiva, la que salvaba las últimas dificultades. Dos días antes, Jaime Matas, el presidente balear, había convocado a todos los medios ciclísticos y deportivos de las islas para hacerles ver su pesimismo. "Sin Ullrich, el proyecto de Echávarri no me parece tan interesante", dijo. La fallida contratación del alemán, el único ciclista que parece capaz de acabar con el monopolio del estadounidense Lance Armstrong en el Tour, había sido el elemento clave de unas negociaciones estancadas desde hacía semanas. "Aleluya, Ullrich se va al Telekom", había escrito Echávarri el día 4; "por fin se desbloquea la negociación". Echávarri había viajado a Suiza la semana anterior para negociar con él y llegado a la conclusión de que sería imposible su contratación, pero hasta que Ullrich no hizo oficial su paso al Telekom no fue posible convencer al Gobierno balear de ello.
Sin Ullrich, y sin Millar y Basso, dos apuestas anteriores de Echávarri, frustradas por la imposibilidad de cerrar acuerdos en agosto, al director navarro le quedaba aún una carta que jugar ante Matas: la de Óscar Sevilla, quizá el más popular en España. Pero Sevilla no encandilaba a Matas. "No importa", dijo Echávarri la tarde del 6, cuando se intuían nubarrones negros en las islas; "tengo otro as en la manga". El as era la entrada del banco en la operación, que hasta entonces se había centrado únicamente en el Gobierno balear. La entrada de Banesto fue fruto de la apuesta personal de Alfredo Sáez, ex presidente del banco y hombre de confianza de Emilio Botín en el Santander Central Hispano. Echávarri había ido a rendirle una vista de cortesía y en ella Sáez, preocupado por que aún no hubiera encontrado patrocinador, le ofreció el apoyo del banco. Sáez telefoneó a Matas. El acuerdo fue rápido. Al día siguiente, Ballester acudió a Madrid a cerrar los flecos. Pero la reunión se torció desde el comienzo. A la propuesta del banco de ofrecer a mayores una cantidad que sumar a los seis millones de euros que proporcionaba el Gobierno balear, una cantidad que facilitaba, por ejemplo, el fichaje de Sevilla, contestó Ballester solicitando que la cantidad bancaria se subsumiera en el total y que incluso, en vez de limitarse al primer año, la colaboración, se extendiera a los tres iniciales del proyecto. Ballester volvió a Palma de Mallorca y prometió telefonear al día siguiente. No llamó. Echávarri vio en ello una señal de que se había roto el sueño. Telefoneó a Eusebio Unzue, que estaba en Barajas a punto de tomar un avión para Canadá, a los Mundiales de Hamilton, y se hundió en la miseria. Doce corredores y otros tantos auxiliares y técnicos, sus fieles, cargaban sobre sus espaldas. Sólo le quedaba esperar a que la semana siguiente Sáez desbloqueara la negociación. Debieron pasar diez días más. Con Echávarri en Pamplona, fue su segundo, Unzue, quien se decidió a viajar a Palma y forzar una reunión con Matas. Viajó el 17. Matas le confirmó el 18 que le recibiría el 20. A las nueve de la mañana, Echávarri y Unzue se presentaron en el Consulat del Mar, la sede gubernamental. A media mañana, Matas recibió una llamada de Víctor Menéndez, vicepresidente de Banesto, quien, por indicación de Sáez, le mostraba el acuerdo del banco con el proyecto. Había Baleares-Banesto.
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