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Reportaje:MUJERES

Iguales pero distintas

Acción!". Comienza el rodaje. Los actores se mueven, acatan sus órdenes. Ellas están detrás, como sucede a menudo en la vida real, pero aquí su voz se impone. Dirigir cine en España es un sueño complicado: no está al alcance de cualquiera. Pero han quedado atrás las épocas en las que sólo había una o dos cineastas por generación: Ana Mariscal, Pilar Miró, Josefina Molina, Cecilia Bartolomé, entre otras.

Ya no son una rareza. Están detrás del 18% de las cintas que se ruedan y cualquier cinéfilo puede contar hasta 10 nombres, aunque un recuento más atento eleva la cifra a 30. Siguen siendo pocas, pero prolíficas. "Un valor en alza", admite Laura Mañá, directora de Sexo por compasión y Palabras encadenadas. "Que otras se atrevieran antes me ayudó a lanzarme".

Icíar Bollaín: "En mis películas, las protagonistas se cuentan por sí mismas, el punto de vista recae sobre ellas. No las vemos a través de los protagonistas masculinos"
Chus Gutiérrez: "¿Cuándo hemos leído que la primera película de una mujer es la obra de un genio? A nosotras se nos ve como en ramillete"

Icíar Bollaín e Isabel Coixet están detrás de dos de las películas más conmovedoras que se están exhibiendo en las pantallas españolas: Te doy mis ojos y Mi vida sin mí, respectivamente. Los títulos son expresivos: el cuerpo como vida y como muerte, el amor como abismo y como posesión. En las próximas semanas se agregarán La suerte dormida, dirigida por Ángeles González-Sinde, y a principios de año, Héctor, de Gracia Querejeta.

No se parecen entre sí, pero hay quien las engloba aún en una mirada común: como si la cámara contara lo que cuenta porque quien mira es una mujer, y no porque quien cuenta decida plasmar eso. "¿Hace Spielberg cine para hombres?", se pregunta Icíar Bollaín. "Sería absurdo hacer cine sólo para mujeres", continúa. Pocos discuten su intención de universalidad, pero de lo que no se libran ellas todavía es de que alguien identifique mirada y género al juzgar sus resultados. "Cuando me hablan de sensibilidad femenina, como mínimo sospecho. Quizá lo hacemos distinto. En mis películas, las protagonistas se cuentan por sí mismas, el punto de vista recae sobre ellas. No las vemos a través de los protagonistas masculinos. Por ejemplo, Carmen está explicada a través de don José, apenas hay un plano en el que esté sola", afirma Bollaín.

Sin soluciones

Eso no significa que ellas tengan más peso en sus filmes. En Te doy mis ojos hay un equilibrio entre él y ella. Hay una deliberada contención en la expresión de la violencia física, y en algún momento cabe preguntarse si hacer terapia podrá cambiar al maltratador. "En la realidad es difícil. Algunos sí lo hacen, o cuando menos, la terapia reduce la violencia física. Pero en otros es al revés y aprenden conscientemente a maltratar". Sus filmes no ofrecen soluciones "porque en la vida tampoco las hay". ¿Qué la inspira? "La realidad es muy rica. Me interesa contar cómo nos relacionamos". Una motivación presente, de otro modo, en Gracia Querejeta y Ángeles González-Sinde. "Quizá nos dedicamos a los medios de comunicación por problema de incomunicación", ironiza con agudeza González-Sinde.

Con tres películas a sus espaldas, Bollaín confiesa que el gran reto que le plantea la próxima es la financiación. "Y ahí no importa que seas hombre o mujer". Chus Gutiérrez cree, por el contrario, que el sexo sí importa y que las mujeres tienen que arreglarse con presupuestos más bajos. "Hice Poniente en seis semanas y media y hubiera necesitado ocho". Se dice que las mujeres tienden a contar historias intimistas que no requieren altos presupuestos, pero "eso es falso", rechaza Gutiérrez. "Patricia Ferreira hace thrillers y yo misma quise hacer una historia de ciencia-ficción que tuve que desechar. Las desigualdades salariales que sufren las mujeres en otros campos se reflejan en el nuestro en estos pequeños detalles. Dirigir es contar tu visión del mundo, y si lo hace una mujer, todavía crea desconfianza e incógnitas, 'pero ¿quién es ésta, qué pretende, tiene hijos?' ¿Cuándo hemos leído que la primera película de una mujer es la obra de un genio? De algunos directores noveles, en cambio, sí se ha dicho. A nosotras se nos ve como en ramillete. Confunden nuestros nombres e intercambian nuestros filmes". Una opinión que ratifica Inés Paris, coautora con Daniela Fejerman de A mi madre le gustan las mujeres. "Es posible que nosotras no nos veamos como genios, pero los demás tampoco", ironiza Paris. "Tenemos más dificultades. Muchas no pasan de la primera película". Paris y Fejerman escriben ahora Semen (una historia de amor). Bajo este título se plantean cuestiones como "qué es ser padre de verdad frente al azar de la genética y la sangre".

"Para mí lo raro no es ser mujer, sino ser guionista", opina Yolanda García Serrano, escritora de diversos guiones para Manuel Gómez Pereira, varios de ellos en colaboración con Joaquín Oristrell y Juan Luis Iborra, con quien también ha dirigido. "Mi visión de mujer se ha traducido en un 'cuidado con esto, no vayamos a repetir los tópicos de siempre".

Isabel Coixet no cree que se mida igual el éxito de una cineasta que el de un colega masculino. "Tendemos a la normalización, pero observo aún reticencias que ahuyento con humor". Para ella, sin embargo, la gran dificultad es sobrevivir en España haciendo un cine personal. Coixet está conmocionada por la aceptación de Mi vida sin mí. "A veces me para un señor y me dice: 'No sabe cómo lloró mi mujer con su película'. '¿Y usted?'. 'Yo también'. Ah, pero no lo dicen". No rechaza el tópico de "la mirada femenina", pero no sabe "cómo definirlo. Es fácil deducir que un filme que te ha calado y que ha hecho una mujer transmite una mirada femenina. Sabemos que Virginia Woolf era mujer, pero Orlando podría haberlo escrito un hombre". La guionista y escritora Elvira Lindo, conocida por la viveza de sus diálogos, amplía este punto de vista: "Existe una clara sensibilidad en las últimas películas de Bollaín o González-Sinde. Pero Salvador García, basándose en una novela de Natalia Ginsburg, ha logrado un maravilloso retrato intimista con Laia Marull, la protagonista de Te doy mis ojos. Luego la sensibilidad no depende del sexo, sino de la inteligencia del autor", aclara. "También es cierto que hay hombres que no ven a las mujeres, su mundo íntimo se les escapa. El que haya quien lo plasme ayuda a equilibrar".

De guionista a directora

"No tenía prisa por rodar, tenía la misma sensación que tienes cuando esperas un hijo y piensas que no estás lista. Luego ocurre el milagro y, al igual que con la maternidad, todos te ayudan, dentro de su área, a hacer la película". Quien habla es Ángeles González-Sinde, directora de La suerte dormida, su primer largometraje después de diez años escribiendo guiones. Entre ellos, Segunda piel para Ricardo Franco. En La suerte dormida parte de un accidente real acaecido en 1998 y lo funde con una ficción paralela, la evolución personal de la abogada que asesora a los padres de la víctima. Para trabar el guión de esta doble historia ha buscado un interlocutor "riguroso", Belén Gopegui. "Su contribución ha sido muy provechosa. Como guionista te habitúas a despegarte del ego y a ceder. En este caso, al dirigirla yo, se trataba a la vez de conservar mi mirada", afirma.

"Me interesan las relaciones familiares, pero tiendo a lo político y a lo dramático, enfocando lo personal no como un problema individual, sino como algo que nos afecta a todos", explica González-Sinde. "¿Puede englobarse en un cine de mujer? Lo dudo, pero soy mujer, y eso es parte de mí, como lo es ser hija de unos padres de izquierdas, lo que incluye una mirada moral. Todo eso está ahí y sale", concluye.

El mundo de la familia, con sus amores y odios, lealtades y mezquindades, aparece también en Héctor, la película que Gracia Querejeta acaba de terminar. La historia gira en torno a un chico de 16 años que entra a formar parte de una familia, haciendo saltar con su llegada otros vínculos. "Cuando me siento a escribir parto de una sola idea, de una sinopsis: 'La madre de Héctor muere y él se va a casa de su tía Tere". De esta frase ha nacido esta película, enraizada en el barrio madrileño de Aluche. "Hablar de sensibilidad femenina es presuntuoso: cualquiera que hace una película que emociona está mostrando una sensibilidad", dice.

"Trabajar con poco presupuesto no importa si tienes la coherencia de contar lo que quieres", afirma Rosa Vergés. La cineasta rueda Vidas veladas, una visión de la Guerra Civil a través de la mirada atónita de la protagonista. "Es la primera vez que me comprometo emocionalmente con una película", afirma. La llegada de otras cineastas es para ella un signo de renovación y normalidad, al igual que en otras profesiones.

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