En tierra extraña
Dulzura y sensual candor, con aspereza y ruido, un amalgama que Cristina Rosenvinge ha construido en Nueva York, donde se ha pasado largas temporadas. Y hay algo de música de culto en la que propone en Foreing land, el disco-libro sobre el que sustentó la mayor parte de su recital del martes en la sala madrileña Galileo Galilei. Eso es lo que le hace extraña. Ella puede con la guitarra acústica o eléctrica, con los teclados y hasta con el bajo, pero por encima queda esa voz susurrante y unas canciones densas como paredes que alcanzan momentos sublimes en 36, German heart o King size. Presentó dos canciones nuevas, La, la, la y la sugerente White hole, para demostrar que sigue firme en el camino que ha emprendido, tan alejado al de sus comienzos.
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