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Reportaje:

La xenofobia gana en Suiza

La campaña contra los extranjeros y la defensa del aislacionismo son las claves del ascenso de la ultraderecha helvética

Guillermo Altares

El partido de extrema derecha que el domingo se convirtió en la primera fuerza política de Suiza con un 26,6% de los votos en las elecciones parlamentarias tiene dos nombres. Se llama Unión de los Demócratas de Centro (UDC) en la parte francófona y Partido del Pueblo Suizo (SVP) en las zonas de habla alemana. Claudio Zanetti, secretario de la formación para el cantón de Zúrich, aclara el entuerto: "Acabaremos por unificar nuestro nombre, porque es evidente que no somos un partido de centro".

A diferencia de otros partidos de la derecha radical europea, su triunfo no ha sido una sorpresa, y tampoco es un recién llegado a la escena política. El SVP nació como una formación básicamente campesina, con sus bases concentradas sobre todo en el cantón de Zúrich, de habla alemana. En 1959 entró a formar parte de la llamada "fórmula mágica" a través de la que se gobierna Suiza desde entonces. Con independencia del resultado electoral, el Gobierno federal tiene siete consejeros repartidos entre los cuatro principales partidos, de los que una cartera corresponde al SVP. De hecho, su líder, el carismático millonario Christoph Blocher, es parlamentario desde 1979 y, como decano de la Cámara, abrirá la sesión inaugural.

¿Qué ha cambiado para que Europa mire con preocupación a un partido que ha contribuido durante más de cuarenta años a la legendaria estabilidad de la Confederación Helvética? Por lo pronto, el discurso de indudables tintes xenófobos contra los demandantes de asilo, que marcó la campaña del SVP y que provocó una protesta del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, que nunca se había pronunciado sobre los asuntos internos del país que alberga su sede. Entre las perlas electorales del SVP están los anuncios a toda página que decían: "Los suizos son, cada vez más, tratados como negros", utilizando el término en su acepción más despectiva (fue retirado, aunque nadie pidió disculpas), o acusaciones contra "la mafia albanesa", los "traficantes de drogas negros" o los "turistas criminales".

En el modesto piso que alberga la sede del SVP en el centro de Zúrich, lleno todavía de pasquines marcados por el rostro de Blocher y los colores blanco y rojo de la bandera nacional, Zanetti, responde a las acusaciones de xenofobia que le han llovido desde dentro y desde fuera del país y lo hace con una retórica que recuerda a los mítines encendidos del francés Jean Marie Le Pen o del austriaco Jörg Haider.

Subida en la zona francesa

"No somos racistas. No estamos contra el derecho de asilo, sino contra el abuso. Hay traficantes de droga negros que vienen aquí, piden asilo político y luego se quedan. Queremos echarles. La mafia albanesa, los traficantes, los que llamamos turistas criminales, que vienen aquí, roban y se van, son situaciones que no podemos tolerar. En la parte francesa lo han comprendido, y por eso se ha producido ese terremoto", señala refiriéndose a la subida del SVP/UDC en la Suiza francófona. El resto de sus propuestas políticas se basa en defender el liberalismo económico a ultranza y el aislacionismo.

Muchos creen que el éxito del SVP no se debe sólo al carisma de Blocher y a sus guiños a los más bajos instintos de un país que ha vivido una década de crisis -aunque sigue siendo uno de los más ricos del mundo, con un paro inferior al 4%- y moral -con episodios como el oro nazi- de la que siempre es más fácil culpar a los otros. "A finales de los ochenta, cuando el SVP era una formación tradicional y rural, uno de los llamados partidos burgueses, Blocher tomó la bandera del no a la entrada en la UE y allí reside el secreto de su éxito", afirma Martin Senti, experto en política nacional del diario Neue Zürcher Zeitung. Sobrado de fondos, Blocher, la novena persona más rica del país, según la revista Forbes, encabezó una serie de referendos contra todo. Sólo perdió, y por un estrecho margen, el de la entrada de Suiza en la ONU en 2002. "En un periodo de dudas y repliegue, los votantes de derechas han elegido a aquel que lo tenía más claro. No hay que olvidar que la izquierda también ha subido. La perdedora es la derecha tradicional", prosigue Senti.

El catedrático de Sociología Política de la Universidad de Zúrich, Hans Geser, coincide: "Es alguien que subraya lo que hace diferente a Suiza de los otros países y fue el primero de los partidos burgueses que se pronunció claramente contra la entrada en la UE". Sobre el discurso xenófobo, intenta quitar hierro al asunto. "Aquí nada es tan extremo", concluye.

Christoph Blocher, líder de la Unión Democrática del Centro (UDC), en un debate televisado.
Christoph Blocher, líder de la Unión Democrática del Centro (UDC), en un debate televisado.AP

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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