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Columna
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El tuerto será rey

El próximo domingo se disiparán las dudas sobre cuál de los partidos ha resultado más perjudicado o menos averiado por los humillantes acontecimientos -producidos en la Comunidad de Madrid durante los últimos cinco meses- que han obligado a repetir los comicios autonómicos del 25-M, cerrados con la ajustada derrota del PP por un escaño a manos de la coalición que formaban el PSOE e IU. El origen de esa mugrienta historia es un hecho indiscutible: la deserción de Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, elegidos dentro de las listas cerradas y bloqueadas de la Federación Socialista Madrileña (FSM), puso en marcha esa infernal maquinaria. El PSOE explica el desleal comportamiento de los dos diputados que socavaron la frágil mayoría de la izquierda en el Parlamento regional con una conjetura plausible, pero aún no probada: el cohecho de una trama político-inmobiliaria inspirada por el PP. Sería inverosímil, en verdad, explicar esa traición en términos de controversias ideológicas o de rencillas intrapartidistas. Pero incluso si Tamayo y Sáez hubiesen sido sobornados por el PP, los dirigentes de la FSM deberían haber asumido -cosa que no hicieron- la responsabilidad de haber metido en su candidatura a gente sobornable.

Esa sórdida felonía trajo como consecuencia lógica otro hecho incontestable: la huida de los tránsfugas favoreció al PP. Sin embargo, ni ese argumento confirma por sí mismo la hipótesis de que los populares habrían estado detrás del soborno, ni exige a sus dirigentes la retirada compensatoria por razones éticas de dos diputados a fin de restablecer el equilibrio perdido. El PSOE contó con la ayuda de tránsfugas para conquistar o retener el poder autonómico en Galicia (1987), Madrid (1989), La Rioja (1990) y Aragón (1994); si entonces nadie pudo probar la existencia de un delito de cohecho, los socialistas tampoco renunciaron en aquellas ocasiones al voto de los desertores para respetar la voluntad de las urnas. El sobrevuelo rasante de Romero de Tejada -secretario general del PP de Madrid- sobre los escenarios de la especulación inmobiliaria y su sospechoso contacto con un militante que fue la sombra tutelar de Tamayo antes, durante y después de su espantada apoyarían, en cambio, la conjetura de una implicación de los populares. En cualquier caso, la inadmisión por el Tribunal de Justicia de Madrid de la querella presentada por el PSOE contra los dos tránsfugas y la resistencia del fiscal general del Estado a permitir las pesquisas de la Fiscalía Anticorrupción cerraron el camino a la verificación por la vía judicial de la hipótesis incriminadora.

Tampoco los trabajos durante este verano de la comisión de encuesta de la Asamblea de Madrid sirvieron para probar de manera fehaciente las acusaciones del PSOE; la razón ha sido en buena medida el desvergonzado boicoteo del PP, que utilizó su precaria mayoría -facilitada por los tránsfugas- para bloquear desde dentro la marcha de la investigación mediante las manipulaciones del presidente Granados y el veto a los documentos y testimonios solicitados por la oposición. Por lo demás, las sesiones transmitidas por televisión no sólo proyectaron una triste imagen de la inmensa mayoría de los comparecientes sino que además resultaron catastróficas para la dignidad, buen nombre y respetabilidad de las fuerzas políticas.

Todos los sondeos han subrayado la deplorable impresión creada entre los votantes por unos partidos sospechosos de haber utilizado la gestión municipal y autonómica -por separado o de manera concertada- como vía para obtener financiación ilegal corporativa o beneficiar de paso a sus dirigentes. El prestigio del PP quedó tocado del ala cuando su secretario general de Madrid se vio forzado a reconocer que su nombre figuraba en la nómina de la empresa de fotocopias de unos amiguetes para beneficiarse así de la Seguridad Social. Las declaraciones de Tamayo y Sáez sembraron la desolación entre los votantes del PSOE al poner al descubierto las intimidades de la FSM y mostrar el ínfimo nivel político e intelectual de dos militantes que habían sido designados para formar parte de las listas cerradas y bloqueadas de la candidatura socialista. El domingo sabremos cuál de los dos deterioros fue mayor; en cualquier caso, el partido que salga tuerto del trance haría mal en alegrarse de reinar en un mundo de ciegos.

Fausto Fernández, Esperanza Aguirre y Rafael Simancas.
Fausto Fernández, Esperanza Aguirre y Rafael Simancas.G. L.
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