Un dilema terrible
Cuando he visto, en la televisión y en los periódicos, la manifestación multitudinaria de San Sebastián para protestar contra las últimas detenciones y las intervenciones ordenadas por el juez Del Olmo en el ámbito de la prensa en euskera, todas mis reflexiones desembocaron en un dilema terrible, doloroso y de difícil solución. Ala manifestación acudieron muchas personas que han sido, como mínimo, detenidas e interrogadas en las sucesivas actuaciones judiciales, previas y posteriores a la ilegalización de Batasuna y organizaciones satélites de ETA. En la manifestación estaban miembros del Gobierno vasco así como el diputado general de Guipúzcoa. Estaban también representantes de asociaciones o iniciativas que dicen buscar la paz y la reconciliación entre los vascos, al margen de planteamientos partidistas. Estaban bastantes líderes sindicales. Y estaban, por fin, muchas personas que acudieron ante llamamientos bien diferentes y, sobre todo, no demasiado consistentes.
La multitudinaria manifestación ha mostrado un síntoma del grave mal que aqueja a la sociedad vasca
El actual enquistamiento de los partidos vascos es la peor terapia para resolver el dilema en el que nos encontramos
Unos habían acudido para denunciar las arbitrariedades del sistema judicial español, convertido en brazo ejecutor de los caprichos de Aznar y su Gobierno. Otros lo hicieron para responder a algo que el nacionalismo ha presentado como un "ataque al euskera". Y otros lo habrán hecho por las razones más diversas e inverosímiles.
Mientras veía e interpretaba las imágenes me surgió el terrible dilema. Hay que dejar actuar a la Justicia y acatar sus resoluciones, pero ¿qué ocurrirá si, de nuevo, el 80% de los detenidos queda en libertad y pasan a ser notables cabezas de futuras manifestaciones? Y si al fin la Justicia resuelve que, en efecto, por medio de la prensa en euskera se financian actividades de ETA, ¿cómo reconducir los pensamientos de esta muchedumbre que parece convencida de que, realmente, se está produciendo un ataque a todo lo que suena a vasco?
Se trata de un dilema terrible que puede desembocar en dos puntos de llegada igualmente terribles: una Justicia al servicio de los intereses más rastreros del PP y no al servicio de la Justicia con mayúsculas, o una parte muy numerosa del pueblo vasco perversamente concienciada en contra del Poder Judicial, dispuesta a entender la justicia a su manera, con reglas endebles y siempre reinterpretables; es decir, una muchedumbre mucho más dispuesta a responder a soflamas de líderes políticos o sociales, por interesadas que sean, que a aceptar reglas de juego político estables y formas de convivencia abiertas y respetuosas.
Una vez más, la multitudinaria manifestación ha mostrado un síntoma del grave mal que aqueja a la sociedad vasca, que no es otro que unos partidos encapsulados, cuyos líderes no arriesgan sus opiniones lo más mínimo para no cosechar ni un solo rechazo de quienes ya está en su grupo de adeptos. Sin embargo, la sociedad es mucho más amplia y numerosa, y se ha acostumbrado a tomar postura a partir de impulsos o de la confianza que les inspiran los talantes de los políticos, mucho más que a partir de reflexiones profundas. Hemos llegado a esta situación tras el empecinamiento del nacionalismo vasco en fijar su enemigo en el nacionalismo español del PP, y viceversa. Mientras esto ocurre, al socialismo vasco, que es clave para reconducir la situación hacia la cordura, le queda la noble postura de ser "respetuoso con las acciones de la Justicia". Lo malo es que la Justicia ha sido previamente degradada, invadida su independencia, y parece puesta al servicio de las pretensiones del poder ejecutivo y de la estrategia electoralista del PP.
El enquistamiento de los partidos vascos es la peor terapia para resolver el dilema, que tiene que encontrar un punto medio entre la eficacia y rigor de la Justicia, y la cordura y el compromiso de la sociedad vasca ante el conflicto que nos atañe a todos. De la gravedad de este enquistamiento da fe el hecho de que al desatinado Plan Ibarretxe hayan respondido todas las formaciones políticas presentes en el Parlamento vasco con otros tantos planes, todos ellos diferentes. Alguien dirá que entre unos y otros hay similitudes. Claro. Pero nadie puede negar que resulta absurdo, a la vez que grotesco, que una comunidad autónoma (región, país, nación, pueblo o como se quiera llamar) tan pequeña en su extensión y de tan escasa población, dé para tanto disenso, tanta disquisición y tantos tiquismiquis de tan probada infructuosidad.
Urge un lugar de encuentro que permita acercar, si no las posturas, sí las interpretaciones. Las grandes multinacionales, sobre todo ellas, han puesto de moda un método para mejorar su eficacia: juntan a sus directivos y bombardean la mesa con sus ideas, del tipo que sean. Luego viene el trabajo de los que elaboran la síntesis final que culmina en directrices y estrategias. No creo que la política deba ir por los mismos derroteros que los negocios, pero esta vez (sin que sirva de precedente) cabe aplicar el mismo procedimiento.
Por tanto, retírense todos los planes e inicien el bombardeo (con perdón, que estamos hablando de Euskadi) de ideas, de reproches, de pretensiones y de soluciones posibles. De ahí tiene que surgir la resolución. Si no es así, aviados estamos.
Josu Montalbán es miembro de las Juntas Generales de Vizcaya por el Partido Socialista de Euskadi (PSE-EE)
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