Para el disfrute general
La famosa opereta de Rossini es aquí adaptada para un público infantil, aunque menos, en los más significativos de sus muy conocidos pasajes. La fábula se conoce sobradamente. Un barbero repleto de argucias hará de celestino para conseguir la unión de la bella Rosina y el duque de Almaviva, para lo que tendrá que recurrir a todo tipo de artimañas frente a los deseos del Doctor Bártolo. Es, una vez más, el tema eterno de la joven bella que desea al doncel por amor mientras la conveniencia sugiere la unión con persona algo mayor, y etcétera.
Los enredos se suceden, conforme a una buena versión de Albert Romaní y Miquel Desclot, con la música en directo de un piano, una flauta y un contrabajo, abrigado todo por una excelente iluminación de Roger Puiggener y una escenografía polivalente que es, sin duda, lo que más despertó la atención del público infantil que llenaba la sala, con los adultos de acompañantes. El resultado es divertido en muchos de los gags escénicos, marca sin duda de El Tricicle, que asume la dirección del espectáculo, y por la presencia escénica de una divertida Rosina que no duda en ningún momento de cuál habrá de ser el resultado de este enredo bien resuelto que, como digo, quizás sea más propio de un público adolescente que del infantil propiamente dicho.
El Superbarbero de Sevilla
De Gioacchino Rossini. Intérpretes, Xavier Mendoza, Eloi Prat, Tina Gorina, Elena Roche, Jordi Casanova, Vicenç Esteve, Joan Sebstatià Colomer, Mariano Viñuales... Versión, Albert Romaní, Miquel Desclot. Iluminación, Roger Puiggener. Vestuario, Anna Güell. Escenografía, Joan Jorba. Dirección, Tricicle. Producción del Gran Teatre del Liceu con el Instituto Valenciano de la Música. Teatro Talía. Valencia.
Muchos niños de hasta seis años se durmieron (en la sesión de la siete de la tarde), pero los mayorcitos se lo pasaron en grande sin necesidad de recurrir a introducirse el pulgar en la boca. En cualquier caso, un buen ejemplo de lo que puede hacerse por acercar los clásicos musicales escénicos a los espectadores más jóvenes. Y a sus padres o adultos de compañía. Una delicia, a ratos.
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