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Crítica:FLAMENCO | Juanito Valderrama
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pequeño gran cantaor

La edad sí que importa. Parte de la admiración que suscita Valderrama radica en eso: hay que ver cómo canta a sus 87 años, ahora que, como dijo en el festival flamenco de Torrent, está "casi" al final de su carrera y teniendo en cuenta que, según recordó, cuando tenía 14 años actuó ya en el Teatro Apolo de Valencia. Alboreaba la República, recuérdese.

Control de la respiración, control del compás, control del tiempo, control de su propia capacidad como cantaor. Una voz bonita, en la que todavía destella ese hilillo agudo en el que transforma el ayeo prolongado. Bromeaba Valderrama con el guitarrista, haciendo referencias al tono a fijar para algunas piezas y en todo momento cuadró el tono en el que se desenvolvía con naturalidad, sin forzar la voz pero sin escatimarla tampoco. Mostró dominio de palos diversos: malagueñas al principio para calentar. Por medio, una soleá del polo que fue toda una lección de historia, al igual que la farruca que le siguió, cante delicioso y fronterizo que fue de lo mejorcito de la noche. Fandangos intercalados, entre bromas y recuerdos (a Manolo Caracol, a Pepe el Pinto e incluso ¡a sí mismo!), hasta llegar a la seguiriya del final. En ésta, ni una broma: metido hasta dentro, escondido tras el sempiterno sombrero cordobés, liviano y profundo a un tiempo.

Juanito Valderrama

Juanito Valderrama / Paquera de Jerez. Auditori Municipal. Torrent, 16 de octubre.

Al final, don Juan Valderrama, como le llamaría la Paquera de Jerez acto seguido, no pudo evitar El emigrante, canción aflamencada que fue number one en los cincuenta. Era la cara B del octogenario artista, pequeño en estatura pero con mucha gracia como cantaor. Como la más joven del cartel a sus 69 años, la Paquera había cedido a don Juan la apertura del concierto. Al llegar su turno cantó media hora larga dejándose la garganta en el empeño, tratando el micrófono como muñeco de trapo que se deja en tierra cuando se quiere: Más poderío que don Juan, pero menos control.

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