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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Sostiene Maragall

Enric Company

Los adversarios de Pasqual Maragall han acuñado el término maragallada para referirse en tono se supone que peyorativo a las propuestas del líder del socialismo catalán. Pero con las maragalladas puede pasar lo mismo que con el pujolismo. También cuando, imprevistamente, Jordi Pujol comenzó como presidente de la Generalitat, sus desolados adversarios hablaban del pujolismo como de algo absolutamente infumable. De eso hace ya toda una vida para mucha gente, y media vida para casi todos los demas. Creían que duraría lo que una broma, como el patufetismo-leninismo, el ismo inventado hace 30 años por Joan de Sagarra para reírse de algunos periodistas.

Pero la más fuerte de las maragalladas es nada menos la que pretende hacer de Cataluña una parte normal de España. Tan normal como que no le haga falta ir blandiendo su nacionalismo. O sea, que la apuesta es fuerte. Lo reiteró ayer, en la presentación de su libro Maragall afirma, editado por Aguilar, en el que ha reunido una treintena de artículos publicados en la prensa desde enero de 2000 a junio de 2003. Si las maragalladas de hoy funcionaran medio bien mañana, pudiera ser que lo que ahora tiene ánimo despectivo se convirtiera en algo muy distinto. Más o menos lo que ha pasado con el pujolismo.

Si Cataluña siguiera empeñada en la vía pujolista de distinguirse sólo por ser diferente, al final sólo interesaría a los entomólogos

Incitado por Enric Juliana, subdirector de La Vanguardia, y Lluís Bassets, director adjunto de EL PAÍS, Maragall habló de algunas de sus ideas, de esas que en ocasiones irritan, provocan, o son despachadas por sus rivales como incomprensibles. Juliana, buen conocedor del personaje, explicó que lo de incomprensible viene de la particular manera maragalliana de ir soltando ideas como piezas de un rompecabezas que en un momento dado, zas, toman plenamente sentido. "Tengo la ligera intuición de que eso volverá a pasar esta vez", dijo Juliana.

La presentación del libro, en la sala de actos de la Casa de l'Ardiaca, tuvo un formato mitad diálogo entre Juliana, Bassets y Maragall, mitad rueda de prensa. Bassets no estaba nada dispuesto a que la cosa se fuera por las ramas y enseguida planteó que los artículos, y la política, de Maragall, resultan polémicos y particulamente en Madrid, porque abordan desde una posición original, propia y en buena medida heterodoxa, "el tema orteguiano: la cohesión de España". Bassets afirmó que Maragall es una de las pocas personalidades públicas no orteguianas de este país. Mantuvo que "incluso Jordi Pujol es orteguiano", porque hace suya y pone en práctica la idea de que no hay forma de entenderse entre catalanes y españoles, de que lo máximo a que se puede aspirar es a la conllevancia.

Maragall no rehuyó el envite. Si algo le caracteriza es un inagotable capacidad de dar un enfoque nuevo a cualquier cosa. Y en la idea de la conllevancia no vio una fatalidad que deba avinagrarnos la vida, sino la implícita posibilidad de superarla. "Si admitimos que estamos condenados a entendernos, pues empecemos ya, no perdamos tiempo". ¿No han sido capaces de ponerse de acuerdo alemanes y franceses para dirigir Europa, pese a que llevan a sus espaldas un siglo de guerras entre sí? Pues ¿por qué no Cataluña y España?

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Puestos a romper moldes, Maragall se atrevió a afirmar, tranquilamente, que pese a lo que el terrorismo ha llegado a condicionar la vida colectiva, "el problema de España no es Euskadi". Aunque a renglón seguido proclamó que "si acaso, es la tragedia de España", e insistió en que "lo mejor que le puede pasar al tema vasco es que deje de ser el tema". Y entonces se pueda hablar de Cataluña y de la España plural.

Así, de tema en tema, como él dice, Maragall dio nueva prueba de su voluntad de no renunciar nunca a la expresión de las ideas, por mucho que a veces escuezan a unos u otros. Los muertos del terrorismo no debieran estar en las portadas, sino en las páginas de sucesos. La Constitución no es intangible. La derecha no hace más que contraprogramar. Si Cataluña siguiera empeñada en la vía pujolista de distinguirse sólo por ser diferente, al final sólo intersaría a los entomólogos.

Polemizó con Bassets a propósito de dos de los artículos más incisivos que ha publicado, los relativos al papel de Madrid en España. No es que Barcelona haya perdido la batalla frente a Madrid, sostuvo, porque el round de la puesta en marcha del modelo constitucional lo hemos ganado todos. "Lo de Madrid se va no era una acusación. Era advertir de que Madrid ha de ocuparse de España, que si lo hace le ayudaremos y que si no lo hace se estrellará".

Pero, al cabo, Maragall es un candidato en plena campaña y sus respuestas estuvieron salpicadas de algunas alusiones a la actualidad. Como cuando dijo que a Artur Mas y sus muchachos de CiU no les sale otra cosa que "ideas de bomberos", por ejemplo ésa de convertir en andorranos a los deportistas catalanes. Es obvio que los estrategas de CiU no advirtieron que tal ocurrencia tenía entre otras la gran virtud de iluminar como perfectamente sensatas las ideas de Maragall, incluso a los ojos de muchos nacionalistas.

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