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Necrológica:NECROLÓGICA
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Manuel Quero Jiménez, médico

El doctor Manuel Quero Jiménez falleció el 24 de agosto de 2003 en Madrid, siendo jefe del Servicio de Cardiología Pediátrica del hospital Ramón y Cajal, a la edad de 62 años.

Con el doctor Quero ha desaparecido un médico extraordinario, un científico de gran categoría, un hombre bueno.

En 1963 nos reuníamos un grupo de médicos alrededor del profesor Enrique Jaso, que logró de la Administración que se habilitase una clínica infantil en la residencia que se estaba planeando: La Paz. Manuel Quero, entonces un joven estudiante, se incorporó a este grupo mostrando gran interés y aportando ideas a menudo sorprendentes. Siempre con una gran humildad y su mirada característica, lejana y de sorpresa.

Nacido el 31 de julio de 1941 en Andújar (Jaén), cursó estudios en la Universidad Complutense de Madrid, destacando muy pronto al lado de eminentes profesores como Salmerón y Zarco en la cátedra del profesor Casas.

Manolo Quero se incorporó al equipo de médicos de la clínica infantil La Paz nada más obtener el título. Mostró gran interés e inteligencia. Analizar con él cualquier problema le hacía a uno olvidar su exultante juventud.

¿Joven? ¿Inexperto? ¿Principiante? Nada de eso. Su tenacidad, capacidad de estudio e intensa dedicación pronto hicieron de Manuel Quero uno de los pilares de ese grupo de extraordinarios pioneros de la medicina española.

Aprovechando pequeños ratos -y a falta de despacho-, se le veía en el alféizar de cualquier ventana tomando apuntes. ¡Quién iba a suponer que de esas notas saliese muy pronto el primer libro sobre cardiología pediátrica del país! Y del mismo modo insertó sus semanas y meses de aprendizaje en los más prestigiosos centros cardiológicos de todo el mundo dentro de su trabajo hospitalario. No tomaba vacaciones, prefería ir a estudiar con los mejores.

En el Hospital for Sick Children (Londres), el de Bicetre (París), UCLA (Los Ángeles), Baylor University (Houston), College of Medicine (Cincinnati), Harvard Medical School (Boston) y en el Hôpital Saint Justine (Montreal) pasó algunas de sus temporadas de estudio y formación.

Conferenciante solicitado, encontraba tiempo para asistir a manifestaciones científicas en casi todo el mundo. Conferencias, cursos y mesas redondas le llevaban a casi todos los países de Centro y Suramérica, pero también a Estados Unidos, Unión Soviética, Alemania, Australia, Suiza, Hungría, Gran Bretaña, Japón y muchos más. Y en esos países pronto formaba parte del consejo de sus revistas y sociedades científicas, a la vez que volvía con alguna nueva distinción o la solicitud de presidir un futuro congreso o una reunión de especialistas.

Escribió libros o colaboró en ellos. No habría espacio. Una lista provisional nos refiere más de veinte. ¡Hasta el año 199l! Sus artículos científicos, más de la mitad en revistas de habla inglesa, pasan de trescientos. La mayor parte se refieren a trabajos e investigaciones propias.

Una juventud sorprendente. Sorprendente por su actividad, por la calidad de todas sus manifestaciones científicas, pero sobre todo por combinarse con una condición humana muy especial. Era de una gran humanidad, se desvivía por sus enfermos, ¡por cada uno de ellos! Y no se iba a comer o a dormir sin haber resuelto cualquier problema urgente que él pudiera solucionar.

Trabajar a su lado no era siempre cómodo. ¡Había que saber mantener su ritmo! Sus esfuerzos y sus exigencias eran siempre para su causa, nunca para él.

Tuve la suerte de compartir con Manolo Quero muchas horas de trabajo y muchas noches de investigación. No recuerdo ningún momento de tensión. Me siento orgulloso de haberle "dado cobijo" en el Servicio de Radiología Pediátrica que pude crear en la clínica infantil La Paz. Manolo Quero creó allí una "sección hemodinámica pediátrica". Por razones del poder se hicieron las primeras cien exploraciones de noche y a escondidas, con la ayuda de algunas enfermeras que, en espera de urgencias, podían distraer algo de su tiempo para hacer las primeras exploraciones hemodinámicas que en España se hacían en recién nacidos, gracias a las cuales pudieron ser intervenidos y en muchos casos, curados.

El mundo científico mostraba un gran respeto por ese niño prodigio de la cardiología pediátrica, el Mozart de la cardiología, como nos gustaba llamarle.

Triste es decir que a lo largo de tanto esfuerzo la Administración de Sanidad no estuvo a la altura de las posibilidades que tal genio brindaba.

Ha muerto un gran hombre, un excelente médico, un ejemplar trabajador, defensor de las causas que consideraba buenas, un médico que ha dado calidad a su institución y proporcionado respeto en todo el mundo al trabajo científico realizado en su país.

Escribo estas líneas a la vista de que en ninguna publicación española he visto la más mínima reacción ante la desaparición de tan insigne científico. ¿Tan poca memoria histórica tenemos?

Espero, con él, que vuelva a surgir gente animada a dar -en vez de tomar- para salvar los restos de lo que grandes hombres hicieron. Valdría la pena intentar volver a dar vida a una sanidad agonizante que Manolo Quero nunca vio como un negocio.-

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