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Entrevista:RAFAEL SENA | Especialista en toponimia urbana y fotógrafo

"Valencia tiene muchas calles repetidas"

Miquel Alberola

Pregunta. ¿Cómo surgió su interés por los nombres de las calles?

Respuesta. Todo empezó porque me dio por fotografiar rótulos de calles. Al final reuní tantas imágenes, unas setecientas, que decidí hacer una exposición. Se hizo en el Café Lisboa, en 1990. En estas fotografías criticaba la falta de rigor del Ayuntamiento de Valencia respecto al uso del valenciano y el castellano. Y claro, estudias la situación y ves la cantidad de errores.

P. ¿Errores?

R. Está plagado. Me río de los cronistas. El cronista es el asesor del Ayuntamiento, pero se ha limitado a dar el visto bueno sin hacer un informe previo. Un Ayuntamiento con rigor debería de cuidar más el nombre de las calles.

P. De todas las épocas que ha estudiado, ¿qué corporación ha cometido más errores?

R. No salvo a ninguna. He estudiado los callejeros de Roma, París, Londres, Madrid y Barcelona, y el de Valencia, comparado con ellos, es un desastre. No tiene ni criterio ni documentación, por eso pasa lo que pasa.

P. Ejemplos.

R. La calle del Maestro Valls, que era el director de la Banda Municipal, ahora se llama calle de Valls Mestre, como si fuera su segundo apellido. No es el único caso.

Además, Valencia tiene muchas calles repetidas. El canónigo Tárrega, que tiene una calle, es el mismo que el que da nombre a la calle Francisco Tárrega, no el guitarrista, que también tiene otra calle. Pasa lo mismo con Mosén Fenollar, que tiene dos calles: ésta y otra que se llama Bernat Fenollar. Y otra más curiosa: Santa María Micaela, que es la misma que Madre Sacramento, y tiene dos calles. Y el caso más ridículo de todos: el del humanista Furió, que tiene otra calle con el nombre de Fadrí Furió. O la de Bernat y Baldoví, que también la tiene como Baldoví.

P. Sorprendente.

R. Aparte tienes el bilingüismo. Hay una calle que se llama Carpinteros y otra que se llama Fusters. Otra que se llama Drassanes y otra Astilleros. O la calle Velluters y la calle Seders. O la plaza de La Safor, que iban a repetirla con una calle y logré pararlo.

P. ¿Cuántas calles han sobrevivido con su nombre histórico a las coyunturas históricas y políticas?

R. Muchas. Puede que la mitad de las calles de la ciudad todavía mantenga su nombre al margen de estos vaivenes.

P. Está haciendo un libro sobre las calles de Valencia. ¿Qué pretende con él?

R. Hacerle un inventario al Ayuntamiento de una puñetera vez. Y se lo voy a regalar. Hago un inventario y la historia de la calle, que me está costando mucho porque soy muy minucioso.

P. ¿No le han ofrecido nunca trabajo en el Ayuntamiento?

R. No me interesa. Y la oposición me ha utilizado.

P. ¿Cómo se explica que Jaume I sólo tenga un callejón dedicado en Valencia?

R. Ahí estaba el convento de La Puretat, uno de los mejores que había. Al demolerlo, se hizo un barrio nuevo y a las calles se le pusieron nombres relacionados con la Conquista: Conquesta, Moro Zeit y Rey En Jaume. Manuel Sanchis Guarner le dijo al alcalde Pérez Casado que le pusiera Rey En Jaume a la plaza del Caudillo y así hubiera mantenido siempre ese nombre. Pero por las presiones de los mediocres acabó poniéndole plaza del País Valenciano, y al final, por la crispación política que causó, ha terminado llamándose plaza del Ayuntamiento, que es ridículo. Valencia hoy tiene dos ayuntamientos, uno en el centro y otro junto al Mestalla. No sé a cuál de los dos se referirá.

EN DOS TRAZOS

Rafael Sena (Valencia, 1940) ha convertido su amor a Valencia en una obsesión por su toponimia urbana. Su abuelo, Guzmán Sena, inauguró en 1908 un estudio de fotografía en la calle Russafa que continuó su padre y en el que trabajó él tras estudiar Bellas Artes. Hace muchos años empezó a fotografiar rótulos de calles y esa espiral le ha llevado a hacer varias exposiciones y a empezar un estudio sobre la historia de las calles de la ciudad. Su presión acabó con la paranoia bilingüe calle-carrer y logró que valencianizaran las calles de Valencia.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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