Un equipo de alto riesgo
Los dos apuñalados durante el Langreo-Oviedo alertan sobre la falta de seguridad en Tercera, donde los oviedistas desplazan a miles de seguidores
Un peligro público o la víctima de un lichamiento. Así puede ser considerado, según quien emita el juicio, el Real Oviedo, un club marcado por múltiples conflictos, la mayoría ajenos a su voluntad. El principal problema es de tamaño. Es decir, el Oviedo es demasiado grande para una categoría como la Tercera División, modesta y anónima casi siempre. Pese a su desplome deportivo sigue siendo el segundo club con más respaldo en Asturias, incluso para plantar cara al intento del Ayuntamiento de acelerar su desaparición. El Real Oviedo tiene casi 9.000 socios y una parte importante de ellos le sigue incluso en sus desplazamientos, ahora muy cercanos. Desde el principio de temporada se habló de la falta de medidas de seguridad, pero los incidentes del sábado en Langreo han atizado el debate.
El sábado, media docena de jóvenes tuvieron que ser atendidos en el Hospital Valle del Nalón por las heridas sufridas durante los enfrentamientos entre hinchas del Unión Popular de Langreo y el Real Oviedo. Dos de ellos habían sido agredidos con navajas, que los seguidores más radicales utilizaron sobre el minuto 20 del primer tiempo, después de varias escaramuzas. Las aficiones de los dos equipos se mezclaron en las gradas del viejo estadio de Ganzábal, que registraba una entrada de lujo, 3.000 espectadores cuando raramente alcanza el millar. El árbitro, Quintanilla Sarmiento, se negó a reanudar el partido ante la falta de garantías.
Este escándalo se consumó apenas dos semanas después de que la Federación Asturiana de Fútbol decretase el aplazamiento del Gijón Industrial-Real Oviedo, amenazado por el anuncio de la masiva presencia de ultras del Sporting dispuestos a mofarse de un enemigo que pasa por sus momentos más críticos. La federación se negó a trasladar el partido a El Molinón, como solicitaba la directiva del Industrial y la Delegación del Gobierno, con el mismo argumento con que había rechazado la petición del Pumarín de Oviedo para disputar en el Carlos Tartiere el primer, y hasta el momento único, partido del equipo azul fuera de casa. Esos cambios adulterarían la competición, según la federación.
El presidente del UP Langreo, Manuel Antonio Fernández Mazzola, sí quería jugar el sábado en su campo de Ganzábal, pero con un mínimo de seguridad. Durante la semana solicitó a la Delegación de Gobierno que se reforzasen las medidas de control, al ser un partido de alto riesgo. La delegada, Mercedes Fernández (PP), lo denegó con el argumento de que se trataba de un encuentro de Tercera, aunque finalmente dobló el dispositivo habitual: en Ganzábal se personaron cuatro agentes de Policía, en vez de los dos de costumbre.
Según testigos, las horas previas al partido no hacían presagiar el estallido de violencia que se produjo. Ya desde el mediodía, aficionados jóvenes de los dos equipos confraternizaron en las zonas de ocio de La Felguera. El problema surgió ya en el campo, al incrustarse entre la hinchada langreana varios seguidores con bufandas del Sporting, que iniciaron la provocación que dio paso a los golpes y a los navajazos. Cuando llegaron los refuerzos, con agentes antidisturbios, el partido estaba suspendido. Ayer no había ni ingresos hospitalarios ni detenidos entre los afectados.
En el Real Oviedo, después de condenar a los alborotadores, no pueden evitar las suspicacias. Los dirigentes del club también se quejan de que los responsables policiales mandan los domingos a la pareja de rigor para controlar a los casi 5.000 espectadores que se suelen juntar en el Tartiere. Y se extrañan de la cerrazón de la Delegación de Gobierno para adaptarse a la nueva realidad de la categoría, que con el Oviedo ha adquirido un impulso exagerado. También sorprende el diferente criterio que se sigue con el Oviedo ACF, el club impulsado desde el Ayuntamiento para sustituir al Real Oviedo, ya que el alcalde, Gabino de Lorenzo, lo da por liquidado. En los partidos del ACF, con entradas que rondan los 1.500 espectadores, no han pasado desapercibidas la presencia de varias furgonetas de la Policía Nacional.
El oviedista más renombrado, el ex realista Aldeondo, vivió el sábado en Ganzábal escenas que le hicieron recordar la trágica muerte del seguidor de la Real, Aitor Zabaleta : "Si el fútbol es esto, odio el fùtbol".
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