Zacarías González, pintor
Los restos mortales del pintor Zacarías González (Salamanca, 11 de febrero de 1923) recibieron sepultura ayer en su ciudad natal. Un derrame cerebral que le sobrevino en Alicante, donde se encontraba de vacaciones, cortó la trayectoria de un artista con fuerte reconocimiento internacional, especialmente por las obras de su etapa abstracta -aunque él prefería la fuerza de su pintura figurativa-, que halló reconocida proyección en ambientes artísticos de París. Pero, además, el creador fallecido dedicó especial atención a su tarea docente, desde sus funciones de profesor de dibujo en la Escuela de Magisterio de Salamanca y en la Escuela de San Eloy, lo que enlaza con otra faceta destacada de la producción del creador, el dibujo, con obras hoy muy valoradas en los mercados artísticos.
Zacarías González -que recibió en 1986 la Medalla de Oro de Salamanca- fue un artista en el que su personalidad intimista incluso motivó que las exposiciones de su obra fueran escasas y muy selectas, como consecuencia de la autoexigencia del autor, aliada con su timidez y casi pánico a la muestra de la obra creada en el taller, desde donde tenía asegurada su distribución a buenos precios en los canales internacionales. Probablemente, su exposición más importante, porque congregó obras sobresalientes de sus dos etapas más marcadas (figurativa y abstracta), fue la antológica realizada por Caja Salamanca en 1984, seguida por otra más limitada en 1992.
Hijo de taberneros en la salmantina calle de San Pablo, se sobrepuso a la limitación provinciana que representaba su residencia en Salamanca y, cuando en los años cuarenta realizó su primera exposición con piezas surgidas por el influjo de la influencia de las tendencias vanguardistas, causó hondo impacto en una ciudad acostumbrada a "los cuadros clásicos de paisajes". En 1950 comenzó a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (aunque él ha señalado que aprendía más en las calles madrileñas que en la academia), y después en la Escuela de Santa Isabel, en Sevilla. Ya en 1953 cerró su primera etapa figurativa para internarse por la senda de la demanda de la pintura abstracta, obra muy prestigiada y respaldada entonces por dos exposiciones presentadas en París, que situaron su firma en los mercados internacionales. Una etapa que él encuadró en el recorrido de los sucesivos ámbitos del geometrismo, el informalismo y la figuración. El retorno a la pintura figurativa, con el hiperrealismo bien definido, se produjo en 1965 y la pieza El invitado silencioso marcó la nueva etapa, donde las fachadas de edificios establecieron un recorrido singular, con riqueza cromática y con madurez en las formas que han configurado su producción posterior.
González, que cubrió una etapa como ilustrador gráfico de prensa y dejó textos literarios, vivió solamente para la pintura y, así, señaló que "si no hubiera lienzos, pintaría coches, pintaría paredes, pintaría no sé qué, pues sólo entiendo la pintura como oficio", según dice Luis Sastre en su obra Zacarías González.-
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