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Columna
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Candidato

Una vez superado el tiempo de las grandes ideas y las utopías, los grandes retos de la política deben reunir en una misma apuesta la posibilidad y la dificultad. Los asuntos demasiado fáciles no son atractivos ni para las almas apasionadas, ni para los que quieren organizar el mundo, porque casi siempre resulta poco interesante aquello que está al alcance de cualquiera. La felicidad es al amor lo que la democracia real a la política, dos situaciones con poco prestigio entre la ciudadanía. Pero tampoco se debe jugar con un fuego excesivo, abandonarse a los amores y a las sociedades imposibles. Las aventuras requieren un punto intermedio, el obstáculo que pueda salvarse, la dificultad que anime nuestro espíritu de superación. Un reto atractivo para los profesionales de la política y las consultorías sociales será, por ejemplo, la conversión de Tony Alexander King en un buen candidato para las próximas elecciones autonómicas o nacionales. Deberán trabajar mucho, desde luego, ya que no resulta fácil sentar en un sillón de gobierno a un acusado de violación y asesinato. Pero el éxito final no parece imposible, sobre todo si se cuenta con los medios oportunos y con profesionales experimentados. Se trata de un reto fascinante, de un espectáculo digno, que despertará la curiosidad, la comprensión e, incluso, el apoyo entusiasmado de los votantes. En cuanto el protagonista consiga la nacionalidad española, los maestros de la opinión pública podrán comenzar el trabajo. Y nombre no le falta al candidato. Aunque en Escocia suponga una vulgaridad, aquí tal vez llegue a venderse su figura como un combinado de presidente laborista, emperador y rey.

Lo decisivo a la hora de convertir a Tony Alexander King en cabeza de lista será elegir bien la imagen que debe dar ante las cámaras de televisión. Hay distintas posibilidades de actuar con eficacia en ese horizonte de telespectadores y votantes por el que sale el astro king todas las noches y se oculta todas las mañanas. Una fórmula puede ser el arrepentimiento público, tal como ha puesto de moda Arnold Schwarzenegger en California, al pedir disculpas por confundir los abusos sexuales y los juegos inocentes durante alguno de sus rodajes pendencieros. Las lágrimas bien aprovechadas pueden ayudar mucho. Otra fórmula, más arraigada en la práctica española, descansa en la firmeza, en el arte de mentir con cara de hormigón armado y en el desprecio de los oponentes. Ya veo a Tony Alexander King afirmar ante sus seguidores que no se arrepiente de nada, que la muerte de Sonia y Rocío son simples calumnias y que los errores pasados inhabilitan a la policía para acusar a nadie en el presente. El ministro Acebes llegó al Congreso, afirmó que no ha existido ningún error en el caso King, que la policía ni siquiera se equivocó al detener a una persona inocente, y se fue tan tranquilo, sin olvidarse de lanzar sus huracanes de desprecio contra los socialistas de la Junta. Y la audiencia se quedó indignada con los socialistas y con Dolores Vázquez, esa canalla que fue capaz de no matar a Rocío, teniendo el perfil de la asesina perfecta. Si aprende la lección, Tony Alexander King puede llegar en este país hasta donde quiera. La madre de Rocío ya está dispuesta a votarlo.

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