Un siglo en blanco y negro
Los Ortega donan su legado de 70.000 fotografías al Instituto de Estudios Giennenses
A sus 86 años, José Ortega Sánchez tiene la voz quebrada y débil pero no ha perdido ni un ápice de memoria, la misma que él ha ayudado a forjar con su cámara fotográfica para plasmar la historia en blanco y negro del Jaén del siglo XX. Ortega (Arjona, Jaén, 1917) es el autor de buena parte de las más de 70.000 fotografías que su familia ha donado al Instituto de Estudios Giennenses (IEG) como testimonio gráfico de los principales acontecimientos políticos, económicos y sociales que marcaron el devenir de la provincia desde la época de la República hasta los albores del siglo XXI, precisamente hasta la llegada del color. José es también el vértice principal de una familia de fotógrafos de raza que inició su padre, Joaquín (fallecido hace 20 años), y culminó, al menos por ahora, su hijo Sitoh. Sus otros dos descendientes, Joaquín y Francisco, han sido los únicos que no han basado en la fotografía su actividad profesional.
Esta semana se han iniciado los trabajos para inventariar todos los negativos
Esta misma semana se han iniciado los trabajos para inventariar todos los negativos donados por la familia Ortega al IEG. Después vendrá la catalogación y digitalización. Y entre esas fotografías hay muchas que en su día dieron la vuelta al país e incluso al mundo a través de la agencia Efe, el medio en el que José Ortega y su hijo Sitoh colaboraron simultaneando su trabajo en los diarios Jaén e Ideal.
Ahí están, por ejemplo, la famosa imagen de El Cordobés subido a los lomos de un toro en la denominada corrida del siglo; las fotos de Francisco Franco ("era el único que estaba autorizado por el Gobierno Civil a hacerle fotos", recuerda José) en sus frecuentes cacerías por las sierras de Jaén, las visitas del Real Madrid de Di Stéfano y el Barça de Kubala al viejo estadio jiennense o la única foto del obispo insepulto de la catedral de Jaén, cuyas cajoneras en las que se encuentran sus restos se abrieron excepcionalmente por expreso deseo de la esposa del general Franco, Carmen Polo. Tampoco faltan testimonios de las visitas a Jaén de los Reyes y de los ex presidentes Adolfo Suárez y Felipe González. Ortega conserva también una carta del Premio Nobel Severo Ochoa agradeciéndole su fotografía en el Parador de Jaén.
De todas ellas guarda un entrañable recuerdo José, que en 1987 recibió un homenaje de la sociedad jiennense al que asistieron representantes de todos los partidos políticos, estamentos sociales y culturales de la provincia. "Eso demuestra que ha sido un hombre ecuánime y que con su cámara trató a todos por igual", indica su nuera Paloma, embarcada en el proyecto de escribir la historia de los Ortega. No menos emotivos son los recuerdos que envuelven a cada una de las fotos. Pero ninguno como el suceso que estuvo a punto de costarle la vida. Ocurrió a mediados de siglo pasado, cuando José Ortega fue a la prisión de Jaén a cubrir un homenaje de los presos a Franco. En su afán por lograr la mejor instantánea se subió a un tejado, con tan mala fortuna que fue confundido por un guardia civil que le disparó creyendo que era un preso. Todo quedó en un susto. "No me mató de milagro", recuerda José, que recibió en el año 1991 la Medalla de Andalucía concedida por la Junta por su trayectoria.
José Ortega llegó a Jaén en los años cuarenta. Lo hizo reclamado por su padre, que tenía un estudio fotográfico en la Carrera de Jesús, y se vio obligado a abandonar su trabajo como especialista telegráfico de Aviación. Todavía recuerda el modelo de su primera cámara, una Retina, y también la cantidad de bodas, bautizos, comuniones y otras celebraciones familiares que hizo antes de entrar en el mundo de la prensa. Posteriormente, su hijo Sitoh (Jaén, 1964) siguió su huella y, durante al menos 20 años, fueron los únicos fotógrafos del diario Ideal en Jaén. Después de haber cubierto acontecimientos tan importantes como los sucesos racistas de Martos en 1986 -una foto suya que reflejaba el llanto de una gitana a la que le habían quemado su casa fue galardonada-, a Sitoh no le interesa ya el mundo de la prensa y está dedicado a fotografiar grandes espectáculos musicales, como el festival Etnosur.
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