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Columna
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Los jueves, milagro

El próximo jueves se celebra por segunda vez en lo que va de legislatura una sesión de control parlamentario al Gobierno de la Generalitat. A diferencia de las legislaturas anteriores, en las que estas sesiones tenían una periodicidad mensual como máximo, en la actual van a tener frecuencia semanal. La innovación es por sí misma más substancial de lo que a primera vista pudiera parecer, porque ese cambio en la asiduidad no deja de ser un pequeño avance para una democracia de tan baja intensidad como la nuestra, con los parlamentos dominados por mayorías absolutas, a su vez maniatadas por la oligarquía partidista.

Para las Cortes Valencianas la necesidad de revitalizar su papel es de especial urgencia porque parten de una situación de extrema gravedad. Y es que durante la pasada legislatura la cámara ha sido víctima de graves anomalías tanto por parte del Gobierno como de la oposición. El secretario general de los socialistas valencianos, Joan Ignasi Pla, tenía su escaño en el Congreso, por lo que fue imposible que el debate político tuviera lugar en su hemiciclo natural. Por su parte Eduardo Zaplana prescindió de ese escenario cuando se fue a Madrid sin renunciar al liderazgo en la organización regional del PP, con un hiperprotagonismo público que resultó vejatorio para su sucesor interino, José Luis Olivas, y que llegó a desdibujar el perfil del entonces delfín y hoy president, Francisco Camps.

Si a todo lo anterior se le unen las maneras autoritarias del hoy ministro portavoz, se tendrá la radiografía completa de los males que dieron como resultado un parlamento valenciano con encefalograma lerdo. En suma toda una contribución regional, un complemento perfecto, para la anemia democrática a la que José María Aznar ha conducido a España. La forma en cómo se hurtó al Parlamento la participación en la guerra de Irak, o los dedazos con los que Zaplana y Aznar han resuelto sus respectivas sucesiones, son señales inequívocas de esas carencias democráticas. Una forma de entender la política que hunde sus raíces en el "prietas las filas" de la cultura organizativa del franquismo, que de esta forma se traslada al propio PP y a través de él a la sociedad.

En la sesión de este jueves Pla tiene previsto preguntar a Camps sobre la situación de los servicios de urgencia de los hospitales valencianos. Por su parte Joan Ribó, portavoz de l'Entesa, el grupo que aglutina a Esquerra Unida y a los ecologistas, preguntará por las modificaciones que el Gobierno valenciano pretende introducir en la Ley de Patrimonio Cultural y su posible utilización para introducir cambios en la protección del Cabanyal y del Benacantil, así como para que ayuntamientos y empresas constructoras actúen sin ningún tipo de control. Y si ambas preguntas revelan que la oposición pretende bajar a ras de suelo, con temas concretos que interesan al ciudadano, no menos significativa resulta la peregrina cuestión que formulará al presidente su propio grupo parlamentario sobre "los planteamientos y proyectos de una macrorregión del socialista Pascual Maragall". En resumen, la legítima crítica de la oposición y el lógico marear la perdiz por parte del Gobierno; pero eso sí, en sede parlamentaria, con el rigor que la institución debería representar y con los compromisos que la democracia exige. Si es así, los jueves, milagro.

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