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Tres niñas marroquíes de 14 años, acusadas de conspirar contra el Rey

Las jóvenes, dos gemelas y una amiga, querían emular el 11-S

Saman e Imán Laghrissi, dos gemelas de 14 años, y Hakima Rejlan, una amiga suya de la misma edad, debían desentonar ayer sentadas en el banquillo de los acusados de un tribunal penal de Rabat por el que han desfilado estos últimos tiempos tantos barbudos integristas condenados por terrorismo.

A las tres se les acusa, sin embargo, no sólo de preparar acciones terroristas, sino, según sus abogados, de conspirar contra la figura del Rey y la familia real con la ayuda de 17 integristas adultos, de 22 a 32 años, entre los que figura un ex paracaidista.

Su juicio, que se celebrará a puerta cerrada -los adultos serán juzgados por separado-, empezó ayer, pero fue inmediatamente aplazado hasta el próximo lunes a petición de los letrados de la defensa. Al ser menores y, por tanto, jurídicamente irresponsables sólo podrán ser condenadas a ser encerradas en un reformatorio.

La detención de las tres adolescentes fue conocida a principios de septiembre y, desde entonces, muy poca información oficial se ha filtrado porque, probablemente, se trata de menores. Algunos periódicos marroquíes sí han tratado de reconstruir su corta vida.

Como tantos jóvenes árabes, Sana e Imán quedaron impactadas por los atentados del 11 de septiembre, los que cometen los kamikazes palestinos contra Israel y, por último, los que sacudieron Casablanca, en mayo, causando 45 muertos.

Las gemelas decidieron seguir esos ejemplos, volarse, perpetrar atentados y, de paso, purificarse. Tienen poco que perder. Viven en Charii Suk, una barriada mísera de los suburbios de Rabat, son hijas de madre soltera y desde los ocho años empezaron a trabajar como criadas en varios hogares de la capital. Más tarde mendigaron y se prostituyeron, según el diario Libération.

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Amparo moral

Fascinadas por la violencia integrista, comenzaron a elucubrar sobre cómo dar sus primeros golpes y buscaron el amparo moral del imán de la cercana mezquita de Al Wahda, al que pidieron una fatwa (edicto islámico). El dignatario religioso se lo desaconsejó.

No se dieron, sin embargo, por vencidas. Entre sus vecinos había, según una fuente conocedora de la investigación, algún salafista combatiente que supo orientarlas mejor que el imam.

El único proyecto terrorista que, aparentemente, empezaron a estudiar con la ayuda de sus mentores consistía en volarse entre las estanterías de bebidas alcohólicas del supermercado Label, en el elegante barrio de Suissi, al que acuden a comprar muchos diplomáticos.

Después, Imán, que llevaba la voz cantante, confesó durante los interrogatorios otros proyectos más ambiciosos, que incluían desde hacer saltar por los aires el Parlamento hasta atentar contra el jefe del Estado.

¿Quiso la adolescente impresionar con estas revelaciones al juez instructor que la interrogaba? A juzgar por los escasos medios y preparación de la que disponían ellas y sus asesores aprendices de terroristas parece harto difícil que tuvieran tales planes, aunque en su delirio pudieron evocar esas ideas.

Aunque se haya aplazado el "juicio de las gemelas", como se le llama en Marruecos, los tribunales marroquíes trabajan a destajo desde mayo. Ayer mismo la corte penal de Rabat pronunció, entre otras, dos penas de muerte contra los asesinos de un funcionario del Ministerio de Justicia en Nador. En total, 16 marroquíes han sido condenados desde julio a la pena capital.

En Casablanca, mientras tanto, otro tribunal condenó a Abu Hafs y Hasan Ketani, dos predicadores descritos como los inductores ideológicos del terrorismo, a 30 y 20 años de cárcel, respectivamente. El fiscal había pedido para ambos la pena de muerte.

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