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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La revancha de Stoiber

Un año después de que, por unos pocos miles de votos, Gerhard Schröder le cerrara el paso a la Cancillería a Edmund Stoiber, el dirigente socialcristiano se ha tomado una colosal revancha en su feudo de Baviera con una victoria calificada de "sensacional e histórica". Pese a gobernar durante 40 años el mayor Estado federado de Alemania, la Unión Socialcristiana (CSU) nunca había superado, como ha logrado Stoiber para su tercer mandato, un 60% de los votos. Y el SPD nunca había caído por debajo del 20%. El resultado, el tercer revolcón regional en un año para los socialdemócratas, constituye un serio aviso para Schröder, que lo ha interpretado como un reflejo del "miedo a los cambios" en la sociedad, aunque no haya mermado el voto a Los Verdes, su socio de coalición.

Stoiber ha triunfado en Baviera gracias a la buena gestión de su Gobierno, al rejuvenecimiento de su partido, pese a que él tenga 61 años, y a un ambiente de malestar general dirigido contra el Gobierno central en Berlín. Pero no por ello vuelve el dirigente bávaro a convertirse en el candidato del centro-derecha a la Cancillería. Queda mucho tiempo, hasta septiembre de 2006, para las elecciones generales, y muchas cosas pueden cambiar. Los democristianos, hermanos de esta CSU tan esencialmente bávara, querrán quizás dar una oportunidad a Angela Merkel o a algunos de los suyos. Y para Schröder, la situación económica es mala y juega en su contra, pero empiezan a asomar algunas señales de esperanza: el FMI le atribuye unas perspectivas de crecimiento del 1,5% para 2004; la productividad está mejorando, y repuntan los indicadores de confianza empresarial. Claro que, hoy por hoy, una economía abierta como la alemana depende no sólo de sus necesarias reformas estructurales internas, sino muy esencialmente de que la locomotora estadounidense siga tirando del resto y que el euro no se encarezca en exceso.

Los alemanes saben además que puede haber otra mayoría, pero no otra política económica.

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El canciller no tiene más remedio que seguir adelante con el reformismo de la Agenda 2010, para la que seguirá necesitando la colaboración de la oposición en la Cámara territorial (Bundesrat), que Stoiber ya ha ofrecido, siempre que el Gobierno haga gestos hacia la derecha, y no la derecha hacia el Gobierno. En todo caso, Schröder y Stoiber están condenados a entenderse.

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