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VISTO / OÍDO
Columna
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Pactos

La oposición y el gobierno no pactan en las democracias. No pactaban: no sé si hablar de la democracia como virtud del pasado, porque en la actualidad la palabra se usa para otras cosas. Y los pactos. Se entiende que cada partido se sustenta sobre una ideología, o al menos una manera de construir la sociedad, y que hay diferencia entre ellos: la justicia o la enseñanza, el trabajo o la policía, las relaciones exteriores o las internas. Si los dos grandes partidos de una democracia pactan, las opciones, las diferencias, las preferencias, desaparecen. En momentos terribles se forman gobiernos con todos los partidos, una "gran coalición": por ejemplo, ante la guerra (antes, cuando las guerras se declaraban, y no se solapaban). Si la izquierda -aquí- se queja de que el Gobierno no cumple los pactos, no tiene razón: el Gobierno tiene su interpretación de lo pactado, y los pactos no son más que declaraciones de intenciones: la parte minoritaria sabe que no puede cumplirla o incumplirla, modificarla: porque no gobierna. No se sabe bien por qué un gobierno de mayoría absoluta quiere pactar. Pero la interpretación parece fácil: para cubrir decisiones que podrían parecer dudosas para la opinión pública. Más que cubrir, encubrir. Aparecen entonces estas decisiones como lo que a veces se llama "una causa nacional": si el partido menor quiere añadir sus propios matices o su ideología es acusado de haber impedido la "causa nacional": como si fuera un traidor a la patria. En este sistema español se ha empleado varias veces sobre todo en lo que se refiere a asuntos sacralizados y no discutibles. En el sistema de este país hay una gran tendencia a la sacralización, que puede ser una desviación profana de gentes constituidas por un pensamiento religioso, o sólo una manera de aumentar su propio poder. Son sagradas la Constitución, la Justicia, el Ejército y otras palabras de las que se escriben con mayúsculas.

Los pactos entre partidos son de otra textura. Sobre todo si son capaces de definirse con palabras generales: izquierda, por ejemplo. No digo derecha, porque la derecha no se atreve a decir su nombre, desprestigiado por la historia. Si alguien dice que es de centro, es que es de derechas. Y pacta para derechizar a lo que se llama izquierda. Está pasando.

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