¿Drogas o rencillas entre bandas?
Detenido un pandillero como presunto autor del asesinato de la hermana mayor de las Williams
Aaron Michael Hammer, un tipo vinculado a bandas callejeras con un largo historial delictivo, ya ha sido acusado formalmente de ser el autor de los disparos que acabaron con la vida de Yetunde Price, la hermana mayor de las tenistas Venus y Serena Williams. La policía de Los Ángeles no sabe aún si en el trasfondo del crimen hay drogas o rencillas entre gangs. Ambas posibilidades permiten imaginar que el crimen se ajusta al patrón de los que ocurren a diario en el suburbio barriobajero de Compton, acostumbrado al sonido de bala. Las Williams han vuelto a Los Ángeles para asistir al entierro de su hermana, a quien daban trabajo como asistente personal.
A Venus y a Serena Williams se las conoce tanto por la fortaleza de su tenis como por el extraño entorno familiar en el que están atrincheradas. Su padre, Richard Price, es esperpéntico y vengativo, capaz de insultar a las contrincantes de sus hijas y de llamar racista a quien ose criticar el más mínimo aspecto del estilo de juego de Venus o Serena.
Richard Price ha contado en alguna ocasión que sus hijas son más una inversión empresarial que un producto de la afición al tenis. Sin un resquicio de pudor, Price reconoce que imbuyó en sus hijas el arte de la raqueta sólo porque el tenis era el deporte femenino que más dinero podía proporcionarle. Y tuvo suerte, porque Venus y Serena nacieran con el talento necesario para hacer rentable semejante inversión.
La historia de los Price/Williams (los hijos han escogido el apellido del padre o de la madre en función de sus preferencias) acaba de mezclar la fortuna con la tragedia. La hermana mayor de las tenistas, Yetunde, murió el domingo por disparos en la cabeza y en el pecho cuando salía de una casa en un barrio angelino.
El barrio se llama Compton, un nombre que este país se emplea como el paradigma de la violencia urbana, la zona con la peor leyenda de bandas callejeras. Es un lugar al que nadie va y de dónde casi nadie sale, condenado a batallas armadas entre gangs tan violentos como para que la policía apenas se atreva a investigar los crímenes que se cometen a diario.
Qué hacía allí una mujer de familia rica es lo que ahora nadie entiende. Las hermanas Williams han ganado dinero suficiente como para retirar a su familia en una mansión de Beverly Hills, y se sabe además que las dos reparten su fortuna entre toda su familia. "No sabemos si el asesinato tiene que ver con drogas o con bandas callejeras, pero puedo asegurarles", ha dicho el sheriff Daniel Rosenberg, encargado de la investigación, "que los indicios sugieren que ese domicilio estaba implicado en drogas y bandas".
Yetunde, de 31 años y con tres hijos, salió de esa casa de Compton en la noche del domingo después de mantener una discusión con alguien en el interior. Montó en un coche con un amigo llamado Rolland Wormley. El tal Aaron Michael Hammer, según la policía, se acercó al coche, disparó varias veces contra la mujer e intentó matar también al conductor, pero apretó el acelerador y se marchó a una casa de su familia mientras su amiga se desangraba. Desde la casa llamó a una ambulancia. Pero Yetunde ya estaba muerta.
De Hammer se sabe que tiene un amplio currículo delictivo por rencillas entre bandas callejeras y atracos. Pero es aún peor el historial del amigo de Yetunde, que también ha sido detenido por varios robos a mano armada estando en libertad condicional.
Las dos hermanas están ahora en Los Ángeles, la ciudad en la que nacieron, en una zona justo al lado de Compton. Cuando su hermana fue asesinada, Serena estaba en Toronto, en el rodaje de una serie de televisión en la que interpreta a una mujer en libertad condicional por pertenencia a una banda callejera.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.