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Columna
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No es cuestión de nombres

La Constitución cumplirá 25 años a la vuelta de este mes, cuando fue aprobada por las Cortes españolas. Según como se mire puede considerarse o no un tiempo suficiente para asumir las formas y las certidumbres democráticas. La inmensa mayoría de los ciudadanos no ha tenido problema en asimilarlas. Los hechos lo evidencian, aunque pueda alegarse alguna que otra reserva, como ciertos episodios alarmantes felizmente superados, así como comportamientos y decisiones del titular actual de La Moncloa. Pero eso quizá sean palabras mayores y no hace falta evocar ejemplos tan sobresalientes. Aquí, en el ámbito valenciano, tampoco estamos a salvo de tales inadaptaciones más o menos dolosas.

En este sentido resulta ilustrativa la salida de pata de banco del alcalde de La Llosa de Ranes, el popular Evarist Aznar, que ha dispuesto eliminar del callejero municipal los nombres de los poetas Vicent Andrés Estellés y del Mestre Joan Lacomba. El general Abriat, de obediencia franquista, sustituirá al primero y, en el caso del segundo, la vía pública volverá a intitularse Ramón Beneyto, personaje de nulos méritos al servicio de las libertades. Una singular manera de conmemorar las inminentes bodas de plata de nuestra Carta Magna. Ahora habrá que esperar a que el péndulo electoral agracie a los demócratas para restaurar la justeza del callejero.

Resulta obvio, o eso supongo con benevolencia, que el mentado edil llosero lo ignora todo sobre Estellés y Lacomba. De haberlos leído o escudriñado sus biografías es probable que no se hubiese metido en este charco que de un lado cuestiona sus propios fundamentos culturales y, de otro, deja maltrechos sus créditos democráticos, con grave quebranto para la vitola centrista y liberal que su partido pretende exhibir. Y lo peor es que se trata de un hombre joven que debería sintonizar mejor con su tiempo y conocer a sus clásicos, pues en su distinta dimensión ambos poetas lo son. Pero la verdad es que a nadie debe estarle vedado hacer el ridículo, aunque en ocasiones nos resulte mortificante.

No voy a rememorar la figura señera del colega Vicent Andrés Estellés que, sin ser sobradamente conocida, sí que está sólidamente afirmada entre sus innumerables lectores y foros académicos. En realidad, por su rememoración y recuerdo, sigue vivo entre muchos de nosotros. Otra cosa es el Mestre Lacomba, miembro de la generación del 27 y notable por sus versos. Pero, sobre todo, por su proyección cívica, compromiso con la libertad y el ejercicio abnegado de la docencia. Unas opciones que le valieron ser depurado del cuerpo de maestros, al que se reintegró con la misma dedicación, lo que le fue reconocido en Chella, donde su nombre ampara un grupo escolar. En La Llosa dejó la misma huella de rigor y amor al oficio. Los demócratas se lo premiaron con una calle que acaba de malversar su nombre.

Al cierre de esta columna leemos que el PP llosero ha rectificado parcialmente y bautizará otras calles con los nombres de los poetas desahuciados. Bien está que se enmiende, aunque sea de manera tan pírrica. Del escándalo, sin embargo, ya no hay quien le exima y, quiera que no, siempre estará bajo la sospecha de ser proclive al pasado y alérgico a la Constitución. Para según quien, la democracia es un largo aprendizaje.

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