Un mallorquín triunfa en la Mostra de Venecia con un corto digital

Es su primer cortometraje y ya puede presumir de haberse codeado con Catherine Zeta-Jones y Sean Penn. Julio Robledo (Palma de Mallorca, 1974) consta desde hace unos días en el palmarés de la Mostra de Venecia, donde el 6 de septiembre recibió el premio al Mejor Cortometraje Europeo.

La película, de cinco minutos de duración, lleva por título The Trumouse show, una conjunción de dos de sus referentes fundamentales: El show de Truman y los primeros filmes de animación.

Robledo es su único creador, una tarea que realizó en formato digital y casi sin levantar el ojo de la computadora durante cuatro meses. Era su trabajo del Máster de Animación por Ordenador, que imparte el departamento de Matemáticas e Informática de la Universidad de Baleares.

"El jurado ha valorado por encima de todo el concepto, la idea más que la técnica", comenta Robledo desde una escuela taller de Peguera, un pequeño pueblo mallorquín, donde se gana la vida impartiendo clases de Photoshop y otros programas de tratamiento de imágenes. "El filme", explica el joven cineasta, "aborda cómo cada persona construye su realidad siguiendo los roles en los que es educado. Quería darle la vuelta a El show de Truman y decir que todos somos actores, que nos engañamos a nosotros mismos y engañamos a los otros, a quienes obligamos a actuar. Por eso utilizo una pequeña cámara a modo de intérprete, Big Brother, que fuerza al protagonista a convertirse en personaje de ficción".

Todo lo hizo él

Uno de los valores del corto, trasladado a formato analógico para su pase en la Mostra, consiste en mezclar imágenes que recuerdan a los pioneros dibujos animados de la década de 1920 con las técnicas de animación digital. Salvo la música, Robledo ejecutó todas las fases del proceso (guión, modelado de personajes y de escenarios, animación en 3-D, montaje...), sin más ayuda que los medios técnicos de la universidad. En medio de las secuencias, las típicas cartelas de las películas mudas recogen los exabruptos que va desgranando su héroe, un remedo del primer Mickey Mouse con algo del gato Félix.

Sobre sus influencias visuales, el realizador cita en primer lugar a los hermanos Fleischer, creadores de Betty Boop, sin olvidar referencias más recientes, como David Linch o la saga de Matrix. "Mi intención era recrear en 3-D el lenguaje y la estética de los años 20, como pintar unos rayos como señal de asombro del personaje o dibujar sobre su cabeza un signo de interrogación".

El mallorquín espera que los 2.000 euros del premio y alguna subvención que pueda caerle le sirvan para poner en marcha el nuevo corto digital que bulle en su cabeza. "Honestamente", concluye Robledo, "no me siento muy bien promocionando que la gente se meta en estas cosas, porque se transmite la falacia de que todo el mundo es un artista. Yo me siento ahora como si me hubiesen nombrado cardenal de la Iglesia del Cine, que es la religión de la modernidad, un papel que no va conmigo".