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Tribuna:LA IZQUIERDA ANTE LAS ELECCIONES
Tribuna
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La apuesta de IU

En política hay que apostar siempre. Sobre todo en el ámbito de la izquierda. Se trata de apostar fuerte, en positivo, atreviéndose a diseñar el futuro. No se puede adoptar una posición de simple gestión. Tampoco una posición personalista y a la desesperada, que definió perfectamente El Roto: "Ya que no podemos mejorar nosotros, empeoremos a los demás". No es posible avanzar sobre la destrucción del adversario, interno o externo. Se trata, en todo caso, de una apuesta política e ideológica y nunca de una estrategia de imagen o renovación formal de ésas que se diseñan siguiendo los parámetros de "primavera en El Corte Inglés".

En el panorama interno de IU, esta apuesta se llama "nueva mayoría". La fase de confrontación ha terminado, no tiene ya sentido (y hablo de confrontación, no de diversidad). Me refiero a la dialéctica gobierno/oposición, que parece descomponer el funcionamiento interno con la imagen de dos proyectos antagónicos. La nueva fase se llama "nueva mayoría" y no se trata de algo teórico que pertenezca a la especie de los deseos. La voluntad es firme y poco a poco se empieza a trenzar a escala federal este acuerdo, esta confluencia que, sin duda, nos va a llevar a una asamblea de amplia mayoría. La salida no debe ser distinta en Andalucía. Lo contrario es prolongar una fase superada.

En el terreno de la política, yo creo que la pieza fundamental del relanzamiento de IU, y condición de existencia de la unidad interna, es el Programa Participativo. Precisamente, Izquierda Unida nació de esa decisión: gentes y grupos de la izquierda transformadora, ideológicamente diferentes en muchos casos, pero unidos en torno a un programa elaborado a través del método inexcusable de una amplia participación. Elaborado y controlado participativamente en su ejecución. Un programa que, siguiendo la dialéctica real, la política diaria del Ayuntamiento de Córdoba presidido por Julio Anguita, se elabora a partir de una pregunta: "¿Qué haríamos nosotros al día siguiente de empezar a gobernar?". Por lo tanto, estamos hablando de un programa de gobierno y no de una apuesta mediática, vistosa, meramente electoral. Se trata de una apuesta articulada en su lógica y, por descontado, basada en la articulación social y en la capacidad para concretar las alianzas necesarias. Y al hablar de alianzas no me estoy refiriendo a que hay que elaborar el programa previendo las alianzas electorales más cercanas. No hablo para nada de esta especie de moderación institucional. No se trata de ninguna astucia. Se trata de que, en cuanto a participativo y basado en la apuesta de la izquierda transformadora y, a la vez, con vocación de gobierno, es un programa abierto, valiente, capaz de generar ilusión y empuje.

El "aznarismo sin complejos" está empezando a poner en crisis la democracia en nuestro país y logrando imponer una democracia de baja calidad que empieza a rozar los contenidos de lo que en Italia se conoce hoy como telecracia. El año en que vamos a celebrar el XXV aniversario de la Constitución, para lo cual se ha constituido una comisión presidida por el Jefe del Estado, da la impresión de que empezamos a transitar en sentido inverso la ejemplar transición española. El otro día, en un artículo en EL PAÍS, Luis García Montero hablaba de un viaje desde la democracia a la demodura. Tránsito que implica una satanización al máximo nivel de la denominada democracia directa. Lo que quiere decir que IU tiene que definir su programa en el marco de la lucha por la democracia de calidad, desde el punto de vista de una fuerza de lucha y de gobierno, donde el escaño y la pancarta deben configurarse en una unidad indisoluble frente al intento de una democracia balneario diseñada por el PP.

¿Para qué queremos tanta democracia si la economía va bien? Parece ser la propuesta del aznarismo. Y a partir de ahí hay que descalificar, incluso criminalizar, cualquier propuesta de la oposición. Y yo creo que la cosa está clara: frente al aznarismo sin complejos, una alternativa sin complejos basada en la ética civil, un desarrollo ecológicamente sostenible, una democracia de calidad y un avance claro en la eficacia de la lucha contra las desigualdades sociales y territoriales, donde sin duda el retoque federal de la Constitución y los Estatutos, empezando por el de Andalucía, es una pieza clave. Hasta ahora ese 47% del total de gastos del Estado que le corresponde al Gobierno central ejecutar en Andalucía no nos ha sacado de la distancia con respecto a la media nacional en los servicios básicos y, en suma, con respecto al nivel de vida. Tampoco el 39% que depende del Gobierno autonómico ha sabido marcar un impulso de recuperación de cara a un futuro diferente. Desgraciadamente, el Gobierno andaluz se dedica a la gestión de estancamiento. Eso sí, con un esfuerzo alto y constante del nivel comunicativo y propagandístico.

Sin embargo, hay una impresión generalizada de cansancio. Precisamente por eso, en función del grado de participación previsible, el señor Chaves no se atreve a convocar por separado las elecciones andaluzas, a riesgo de solapar y hasta disolver el necesario debate de cara a una nueva fase. El impulso de la autonomía andaluza se ha estancado, dado que su estrategia radicaba en insertarse en una división del trabajo que ha cambiado sustancialmente. El PSOE ha intentado realizar la revolución burguesa pendiente en Andalucía, buscando otorgar la hegemonía económica a un tipo de empresario virtual, sin dar carta de naturaleza a otros protagonistas, a otras políticas de alianzas que hubiesen podido generar las bases de otro modelo de desarrollo, al margen de la inmensa influencia que ha logrado obtener en estos últimos años el proyecto neoliberal. De ahí que el programa de IU-LV-CA debe estar nucleado en torno a la necesidad de un nuevo modelo de desarrollo, basado en la integridad de los factores productivos, en el marco de las energías renovables y las nuevas tecnologías. Una estrategia que debe ser la óptica desde la cual se plantea una reforma adecuada del Estatuto de Andalucía, en el marco de una propuesta federal que contenga un cambio en el papel jugado hasta ahora por Andalucía.

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Yo creo que somos capaces en IU-LV-CA, al margen de personalismos, de elaborar una propuesta seria para la próxima asamblea. Una asamblea que no deber ser "la del PSOE": el debate interminable de a qué distancia estamos del PSOE. Debe ser la asamblea de una IU autónoma, soberana, con capacidad para articular una nueva mayoría en torno a un programa participativo basado en la lucha contra las desigualdades.

Felipe Alcaraz es diputado de IU en el Congreso por Sevilla

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