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Crónica:VUELTA 2003 | Séptima etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Elogio del líder-gregario

Nozal resiste al frente de la carrera pese al avance de los escaladores Beltrán y Heras

Carlos Arribas

A Isidro Nozal cuando ataca le aguanta un caracol, pero no le detiene un toro. A Isidro Nozal, que era un líder circunstancial, un gregario que vivía su día de gloria, una figura tan antigua como el ciclismo -como aquel Carrera que hace 50 años fue un día líder del Tour y lloraba en el podio porque tenía miedo que se enfadara su jefe Coppi-, le tocó actuar de líder sin dejar de ser gregario, cuidó de su líder con cuidado de que no se arrugara, y acabó líder después de ser gregario, figura complicada y única, inédita. Isidro Nozal es un líder-gregario. Un concepto tan insólito que ni la gran cabeza de Manolo Saiz, que entra de lleno con su equipo en la semana de pasión después de haber pasado la de gloria, parece capaz de procesarla.

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Se subía el Aubisque, resonancias míticas en cada curva, se subía en busca de la niebla que todo lo transforma. Se subía muy deprisa porque, mediado el puerto, donde brillaba el sol, solitario como los ciclistas sin público, atacó Heras.

No es tan sencilla como parece la vida de relaciones dentro de un equipo. Clasificarlas sería tarea de entomólogos, de observadores de la conducta: cada decisión, cada acción, desencadena una transformación en la telaraña de las relaciones de poder. Hay gregarios que se convierten en líderes por un día (bastantes), hay gregarios que poco a poco se transforman en líderes (menos), y también gregarios que intentan ser líderes (muchísimos), y también la relación inversa funciona, pero sólo hasta cierto punto: se sabe de muchos líderes que se remangan la camisa un día y echan una mano, y ha habido también casos, pero en carreras pequeñas y de manera más bien simbólica, de líderes que contribuyen durante una semana a la entronización de un fiel gregario, pero lo que es asombroso y excepcional es el caso de un líder que en plenitud de sus fuerzas y facultades, y en una carrera grande, como grande puede ser la Vuelta, se transformen inconscientemente en gregarios, en peones de una estrategia para que triunfe otro compañero.

Atacó Heras en el Aubisque y, automáticamente, se desató la revolución. Heras, atacando a más de 50 kilómetros de la meta, y llevándose consigo a media docena de ansiosos por ganar la etapa -alguno, como Aitor Osa, acabó pagándolo con tremenda pájara pues en su afán por ir con el bejarano se olvidó de comer, y otro, como el danés Rasmussen, que comió, aguantó hasta el final y ganó- se transformó en gregario y, al mismo tiempo, provocó la transformación de Isidro Nozal, el tremendo cántabro que habría sido capaz de doblar a todos en su espectacular contrarreloj, que se convirtió en líder-gregario. Heras atacó y como sus ataques asustan y duelen, el ONCE-Eroski, el equipo del líder, inmediatamente pasó al control de la situación en la retaguardia. Heras siguió acelerando y, progresivamente, el ONCE-Eroski empezó a deshacerse. Rodríguez, Serrano, Azevedo... Todos trabajaron y todos se abrieron, se fueron del plano, se desvanecieron. Y a dos kilómetros de la cima sólo quedaban del equipo de Manolo Saiz Igor Galdeano, el líder titular, e Isidro Nozal, inclasificable. Llegó un momento de pánico, de desbandada, de caos y desorden. Por detrás ciclistas de todos los pelajes se permitían atacar, desafiaban el orden establecido. Y entonces Nozal se transformó en líder, hizo lo que harían Armstrong o Indurain, en tal situación. Nozal, claro, dio un golpe de autoridad, dos acelerones de esos que aguantan los caracoles y no frenan los toros, y, súbita, volvió la calma y el orden. Ya sin miedo, todo bajo control. Volvió Igor a su rueda y así empezaron el descenso, donde Nozal volvió a vestirse de gregario de lujo. Fue un gregario contra gregario. Heras, delante, moviendo a todos sus fugados, intentando seguir desgastando al ONCE, y Nozal, increíble detrás, dando zancadas gigantescas, cuatro pasos y zas, Heras y los suyos cazados.

Llegó la subida final, el ascenso de Cam Basque, en Cauterets, donde Jesús Loroño hace 50 años ganó la etapa camino de convertirse en Rey de la Montaña. Un puerto corto y suave, un segunda. El lugar donde les tocaba expresarse a los líderes, esto es, a Beltrán, el gregario que quiere ser líder y que debía rematar el trabajo de Heras, el líder que fue gregario, y a Galdeano, el líder que fue toda la etapa a rueda de Nozal, el líder-gregario.

Manuel Beltrán, el "supersónico Triki" que decía Armstrong cuando le fundió en Alpe d'Huez, ha seguido un itinerario complicado para estar donde está a los 32 años. Fue fiel gregario de Olano, que le regaló un BMW después de tantos kilómetros a su rueda, al tran tran, en tantas montañas, y estaba con una mano ya dispuesta a agarrar una vara y vivir de varear olivos cuando lo rescató José Miguel Echávarri para el Banesto. Después pasó al Coast, que no le pagó, y huyó al US Postal, donde, le acogió Armstrong. Ahora, con su fuerza escalando, con su mágica contrarreloj de Zaragoza, contribuye a la complicada trama social de la Vuelta. ¿Será lo que queda un Heras contra Beltrán? ¿Un Nozal contra Igor? ¿Un Beltrán contra Igor y Nozal? ¿Un Heras contra todos? ¿Y qué opina Mancebo?

Rasmussen celebra su triunfo en Cauterets.
Rasmussen celebra su triunfo en Cauterets.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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