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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Inteligencia colectiva

Amador Fernández-Savater

Todo el mundo lo sabe: las democracias parlamentarias viven desde hace ya tiempo instaladas en una crisis de representatividad. Unos lo achacan a las corruptelas políticas, que deslegitiman aquí y allá las formas efectivas de la democracia. Otros opinan que son los mismos ciudadanos quienes no están a la altura del envite democrático, embobados ante el televisor y los escaparates. Y todos parecen pensar que con un poco de esfuerzo y educación cívica se puede colmar la brecha entre gobernantes y gobernados.

Paolo Virno no quiere suturar esa herida, cuya explicación por lo demás encuentra en causas bien distintas, sino fundar otro cuerpo político, radicalmente democrático. Este filósofo y militante napolitano, hijo de la herejía operaista y de una generación "invisible" ( un disparate judicial le tuvo más de siete años en prisión), parte más bien de la irrepresentabilidad de la fuerza de trabajo posfordista como "eje constitucional" para imaginar "instancias inéditas de transformación de lo existente". Las componentes más audaces y radicales (que van a la raíz, quiero decir) de los movimientos globales que sacuden la estructura del mundo desde Seattle hasta el 15 de febrero deletrean un léxico intelectual y político que Virno ha contribuido como pocos otros más a forjar: éxodo, multitud, desobediencia, etcétera.

VIRTUOSISMO Y REVOLUCIÓN; LA ACCIÓN POLÍTICA EN LA ERA DEL DESENCANTO

Paolo Virno. Traducción de Raúl

Sánchez, Hugo Romero y David Gámez.
Traficantes de Sueños

Madrid, 2003

153 páginas. 9 euros

Esta época, dice Virno, no sólo ha puesto a trabajar nuestra fuerza física, como hizo el fordismo, sino también nuestras cualidades comunicativas e informativas, nuestros saberes, nuestra disposición al aprendizaje y nuestra misma facultad de lenguaje. En el trabajo se explota una "intelectualidad de masas" que se produce fuera de los muros de la fábrica y la oficina. Su "valor" es "incalculable", con respecto al criterio de medición capitalista por excelencia: el tiempo de trabajo. Por tanto, el salario basado en ese tiempo sólo es una caricatura de retribución y urge desvincular definitivamente vida y trabajo por medio de reivindicaciones como la "renta de ciudadanía" o instituciones como la "empresa política autónoma".

La "intelectualidad de masas" se expresa como "multitud que desordena las bases mismas de la representación política": rechaza toda figura de unidad coercitiva (fábrica, Estado-nación), confunde los ámbitos de la vida que cierta tradición filosófica ha distinguido (acción, trabajo, pensamiento), agujerea la identidad trabajo/democracia/Estado del Welfare, etcétera. La multitud es ambivalente: si bien es proclive al cinismo, al oportunismo y al miedo, según describe Virno sobre las "tonalidades emotivas del posfordismo", nunca se organiza políticamente en partidos para tomar el poder del Estado por medio de una guerra civil entre bandos homogéneos. Más bien práctica el éxodo y crea instituciones que permiten el despliegue de la "exuberancia de posibilidades" que la habitan.

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