El 'asesino del naipe' se desdice ahora de su confesión y culpa a dos rapados
Alfredo Galán asegura que se entregó tras ser amenazado de muerte
Intento de vuelco a la instrucción del caso del naipe. El asesino del naipe confeso, Alfredo Galán Sotillo, de 26 años, declaró ayer a petición propia ante la titular del juzgado número 10 de plaza de Castilla y se desdijo de todas sus anteriores testificaciones. El ex militar explicó que vendió la pistola que trajo de Bosnia, una Tokarev del calibre 7,62, a dos rapados que la emplearon para los seis homicidios. Después, estos dos individuos le amenazaron de muerte a él y a su familia y le obligaron a entregarse a la policía. Ahora, Galán exige protección policial para facilitar los nombres de los dos criminales.
Alfredo Galán entró a declarar en la sala de audiencias del juzgado número 10 a las 10.45. Estaba serio y con mirada desafiante. Después de que le leyeran sus derechos, comenzó a declarar a preguntas de la juez. El vuelco se produjo nada más iniciar la testificación. Señaló que todo lo que había explicado antes, cuando se entregó en Puertollano (Ciudad Real) el pasado 3 de julio y ante los agentes de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Madrid y de la Guardia Civil, en los días posteriores, era falso. Lo único que mantuvo es que se había traído de forma ilegal una pistola Tokarev de Bosnia y que con ella había disparado en varias ocasiones en los campos cercanos de Puertollano.
A partir de ahí cambió radicalmente su declaración. Mantuvo en todo momento que vendió el arma "a un conocido en el mes de enero" y que este detalle lo sabía mucha "gente de su entorno". Se trataba de un cabeza rapada vinculado a los Ultrasur (seguidores radicales del Real Madrid), del que sólo conocía su nombre y apellidos.
A finales del mes de marzo, el comprador de la pistola y un amigo de éste, de unos 33 años, del que sólo conoce su apodo, se presentó en su lugar de trabajo, en el pasaje Carlos III de la calle de Goya (distrito de Salamanca). Ambos le dijeron que no comentara con nadie que les había vendido el arma, porque ésta tenía sus huellas dactilares.
Unos 15 días después, a mediados de abril, los dos supuestos asesinos, de los que no facilitó su identidad ni domicilio, le citaron en el parque del Oeste. Allí, según mantuvo el asesino del naipe confeso, comenzaron a beber cervezas. "Entre risas fueron contando detalles de todos los crímenes ocurridos en la provincia de Madrid. En concreto, que marcaban las cartas que arrojaban a las víctimas y que estaban actuando los dos para evitar que en ningún momento se delataran mutuamente", declaró Galán.
Galán añadió que uno mataba en lugares cerrados (la portería del número 89 de la calle de Alonso Cano, en Chamberí, y el bar Rojas de Alcalá de Henares), mientras que el otro ejecutaba a sus víctimas en zonas abiertas. Según el testimonio de Galán, los dos acudían a los lugares elegidos para asesinar. Al que no le tocaba matar, conducía el coche. Solían cambiar de modelo en cada crimen. "Todo lo hacían para poner a prueba a la policía. Además, al conocer ahora todos los detalles, me convertía en cómplice", añadió.
Los dos supuestos asesinos acudieron a finales de abril a su domicilio en la urbanización de Los Hueros, en Villalbilla, a pesar de que sólo algunos compañeros de Galán sabían dónde estaba su casa. Este hecho le sorprendió mucho. Uno de ellos le pidió entrar en el domicilio, ya que "tenían que decirle una cosa y era mejor que les dejara pasar". Ya en el interior del domicilio, el acompañante de la persona a la que le vendió la pistola le tiró contra la pared y le encañonó con otra arma, "al tiempo que le decía que se autoinculpara para tranquilizar a la policía". "Si me negaba, me matarían, puesto que con los datos que ellos me habían proporcionado, me iban a creer", añadió. Después se marcharon de casa.
Entre el 5 y el 6 de mayo pasados, los dos hombres acudieron de nuevo a su domicilio en un Audi A-3 rojo. "Se inició entonces una conversación en la que ambos comentaron que se habían cansado del juego, que habían pensado en entregarse, pero que como no tenían nada que perder iban a dejar el 5 y el 6 de copas sobre los cuerpos de mis dos hermanas", declaró. Ante esta afirmación, el ex cabo primero "se tiró a quien estaba narrando mientras el otro fue a sujetarle diciéndole que estuviese tranquilo".
En esa conversación, los dos asesinos le aconsejaron que contara siempre "los mismos detalles tanto a la policía como a los psiquiatras". Además, si le preguntaban por la pistola, debía decir que la había tirado en la basura de su pueblo.
Prueba a la policía
Alfredo Galán se negó en todo momento a facilitar el nombre de los dos cabezas rapadas. Puso como condición contar con garantías suficientes de que no le iba a ocurrir nada: "Estas personas eran skin-heads, aunque normales. En el parque del Oeste me comentaron que no lo hacían por ningún tipo de ideología, sino por poner a prueba a la policía".
El ex militar se negó a facilitar más datos, cuando el fiscal comenzaba a preguntarle sobre la reunión del parque del Oeste. Expresamente señaló que no iba a contestar a ninguna pregunta "hasta el acto del juicio". Galán salió igual que había entrado, esposado y escoltado por cuatro guardias civiles que le trasladaron hasta los calabozos de los juzgados. Habían transcurrido 50 minutos desde que inició la declaración y el detenido había intentado dar la vuelta al caso.
Una versión madurada desde mediados de agosto
El asesino confeso del naipe, Alfredo Galán Sotillo, pidió declarar de forma voluntaria a mediados de agosto, cuando ya había ingresado en la prisión de Soto del Real. A partir de ese momento, se negó a responder a las preguntas de los tres psiquiatras forenses que le estaban estudiando. La titular del Juzgado número 10, María Antonia Torres, fijó para ayer la vista, ya que se encontraban todas las partes: la defensa, las acusaciones particulares de las diferentes familias de las víctimas y los heridos y el fiscal encargado del caso.
Ayer acudió al juzgado vestido con un chándal azul oscuro y gris plata. Calzaba unas zapatillas deportivas. Según bajó del autobús de la Guardia Civil, se puso la capucha de la chaqueta para ocultar su rostro a las cámaras. Cuando los agentes que le custodiaban le subieron a la sala de audiencias, éste lucía una barba de varios días y parecía algo más delgado de cuando se entregó el 3 de julio. Entró en la estancia con mirada desafiante y muy seria. "Durante toda la declaración, ha estado muy tranquilo y contando sólo los datos que tenía pensado decir. Ni uno más", señalaron fuentes judiciales.
"He pensado en suicidarme con mi coche"
Alfredo Galán Sotillo se esforzó por transmitir a las diversas partes personadas en la causa del asesino del naipe que él es una víctima. Y para ello no reparó en detalles. Durante la declaración, que duró 50 minutos, señaló en reiteradas ocasiones que había sentido miedo por las continuas amenazas que había recibido del hombre al que vendió la pistola Tokarev y de su compañero.
"Me dijeron que, si pisaban la cárcel, iban a matar a mis hermanos [cuatro: dos varones y dos mujeres]. Para ello simularían un robo o algo peor. Si entraban en prisión, ellos conocían a gente que por 5.000 o 6.000 euros me matarían", declaró.
"Durante este tiempo he estado pensando hasta en suicidarme con mi coche. Estaba ante una fuerte depresión, por lo que decidí irme a mi pueblo [Puerto-llano]. Cuando ya decidí que iba a entregarme, intenté ir a la policía, pero me eché para atrás. Después decidí beber para tener fuerzas. Tras emborracharme, me entregué en comisaría", concluyó.
Fuentes del caso señalaron que Galán está muy preocupado por la seguridad de su familia, al creer que sus parientes podrían ser víctimas de alguna agresión.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.