Estupefacción
Soy lector habitual de EL PAÍS. Hay artículos que me gustan más y otros menos y el suplemento dedicado a la Comunidad Valenciana no es precisamente la parte que más me interesa del periódico, quizá por lo reducido de su extensión o porque dedica demasiada atención a todo lo que sucede en Valencia, y la información de Alicante y Castellón es mucho menor, pero hasta ahora nunca había enviado ninguna queja. El motivo de este carta es el artículo publicado en la última página del citado suplemento el pasado 15 de agosto y que va firmado por Vicente Gallego. La lectura del mismo me produjo en primer lugar, estupefacción. Lo volví a leer y me indignó, después sentí asco. No comprendo cómo este periódico puede publicar semejante material homófobo a estas alturas. Eso mismo, por desgracia, no me extrañaría haberlo encontrado en otro periódico de tirada nacional que no se caracteriza precisamente por la amplitud de miras y la defensa de los derechos de los homosexuales. Pero artículos como el de Vicente Gallego además de ofender hace que percibamos que el retroceso en la conquista de ámbitos de libertad que tanto cuesta arañar sea cada vez más evidente. Y si eso ha llegado incluso a EL PAÍS, es muy mala señal.
