El previsible bochorno del ritual de Miami
Fuera del coliseo donde se entregaban los Grammy Latinos, Miami escenificaba sus particularidades políticas -la manifestación de Vigilia Manbisa contra el acto de Alianza Martiana- y mostraba sus peculiaridades climáticas: lluvia y calor tropical. Dentro del teatro donde se entregaron los premios, el bochorno era de otra naturaleza.
Se cumplieron los pronósticos. Juanes arrasó ya que, aparte de no haber sido suficientemente reconocido en ediciones anteriores, cumple casi todos los requisitos: ideológicamente correcto, es guapo y cordial. En lo musical, camina por el alambre que separa el rock del pop, algo que le hace favorito en las emisoras convencionales. Las felicidades deben extenderse a su productor, Gustavo Santaolalla, que vio reconocido su proyecto de Bajofondo Tango Club.
La norma de los Grammy, latinos o anglosajones, parece ser premiar a los triunfadores, especialmente si están bien integrados en la industria: así, un disco mediocre de Enrique Iglesias puede barrer a un disco decente de Joan Manuel Serrat. David Bisbal recogió el fruto de las intensas visitas a América, donde tuvo muchas oportunidades de demostrar su arte para protagonizar playbacks convincentes. Los tibios Bacilos también cosecharon los beneficios de su gratitud a Miami como ciudad abierta para inmigrantes en busca del sueño americano.
Los nombres con peso también parten con ventaja, lo cual explica premios inesperados, como los de Rubén Blades o Caetano Veloso, ambos con discos valiosos pero no descaradamente comerciales. Puede que incluso ayude tener un apellido conocido: el premio para Pepe de Lucía ha dejado boquiabiertos a los aficionados al flamenco.
El reflejo sentimental es igualmente efectivo: el argentino Bebu Silvetti, fallecido recientemente en Miami, fue designado "productor del año". Otro disparate: dejar a Tribalistas -mejor álbum pop en basileño- para el final del show, bajo el rodillo de los créditos.
Exilio anticastrista
Como en años anteriores, la nota agria corrió a cargo del exilio anticastrista (uno empieza a sospechar que está siendo manipulado por los eficaces servicios secretos del propio dictador, para deslegitimar una causa digna). El veto a los artistas cubanos, impensable si se tratara de un evento deportivo, se materializó con malas artes burocráticas y exige una respuesta.
Visto que los demás artistas carecen de los redaños necesarios para plantarse y protestar contra la bochornosa situación, la Academia debería pensar en trasladar la ceremonia a otro país más tolerante. Ni siquiera cabe alegar la promoción de "lo latino": a pesar de que los premios se desarrollaron en inglés, con abundantes concesiones a los gustos del mainstream estadounidense, la transmisión de la cadena CBS volvió a pinchar en la guerra de los ratings.
Babelia
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